LEONOR Y LA ROSA

             En el patio de la Parroquia de la Virgen del Espino hay un olmo viejo y seco que, no obstante  estar seco y viejo, tiene un fruto con carácter de perenne. Clavado a su añoso tronco está un Poema eterno de Don Antonio Machado  Un poema que es todo un cántico a la vida y a todo lo que ella representa.

                     » Al olmo viejo, hendido por el rayo /   en su mitad podrido   con las lluvias y el sol de mayo /algunas hojas verdes, le han salido/……Olmo quiero anotar en mi cartera / antes de que el río hasta el mar te empuje/ ………..la gracia de tu rama reverdecida/. Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera».

A pocos metros del olmo seco, con poema adherido, está el Cementerio de la Virgen del Pino. En uno de sus rincones, hay una sepultura con lápida de mármol blanco. Esculpida en ella, una rosa, también blanca, como  la niña que yace en su interior, Leonor Izquierdo. Catorce años tenía cuando se enamoró del Poeta y huesped de la casa de sus padres. Uno y medio más cuando se desposó con él. Solo tres años, que es tanto como decir nada, disfrutaron  de la felicidad compartida. En ese rincón, no oscuro, pero sí solitario. ¡Cuánta poesía silenciosa se encierra debajo de esa marmórea piedra! Le recité dos poemas de su amor. Recé una oración y con el corazón contrito, me retiré. Bajé hasta la ribera del Duero y contemlando los álamos que tuvieron la fortuna de ver a la pareja pasear hasta San Saturio, tomé asiento y seguí leyendo los poemas de Castilla, mientras me acurrucaba, bajo el manto del atardecer soriano.20161008_194710.jpg

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