LECCION INTELIGENTE Y GRATUITA

Me hallaba yo en mi cotidiana faena de preparar y apilar leña para el invierno del próximo año. Es una labor que me hace ejercitarme, al mismo tiempo que comparto momentos muy agradables con mis amigos Pico Amarillo y Papo Rubio y sus correspondientes parejas. Para no conducir a error, tengo que aclarar que estos trabajos nunca los hice. En mi vida realicé labores de campo o de casa, por lo que ello produce cierta curiosidad en mis vecinos, no exenta del morbo correspondiente. Aclarados esos sutiles detalles, sigo. Cuando ya estaba rematando con mis dos torres cuadradas de leña bien apilada para que vaya secándose, llegó al sitio una señora, de edad bastante avanzada, que me dijo

-Pepe, qué bien haces las cosas. Es una maravilla verte…….Siguió haciendo elogios de mis actividades. Yo le dije que no era para tanto. Bueno expresé lo que es normal en estos casos. Sobre todo quitándole méritos a lo que realmente no los tiene. Ella insistió pero haciendo una aclaración

-Hay que reconocer que tiene mucho mérito lo que haces, aunque también tengo que decirte que tienes muchos defectos.

Eso me interesa más. Dime, dímelos porque esos sí quiero saberlos para intentar corregirlos, en lo posible.

-Pues mira, uno de ellos es…….

Comenzó a buscar las palabras adecuadas y menos molestas, según su buen entender, para hacerme saber los defectos más destacados que ella encontraba en mí. Al fin arrancó y dijo

-Mira, uno que te veo yo muy claro, es que tienes una manera de andar, de mirar y de comportarte que humillas a los demás. Quienes te conocemos, sabemos que no pones nada de tu voluntad para ser así. Pero tú eres de esa forma y siempre lo has sido.

Muchas más cosas me dijo la señora buscando en su vocabulario las palabras más suaves para justificar su visión de mi personalidad. Al rato se marchó y yo me quedé rumiando todo lo escuchado. Los elogios eran inmerecidos ya que lo que realizo, por sí mismo se califica, pero en su crítica, totalmente constructiva, fue increiblemente certera. Y es que, sin darme cuenta y mucho menos proponérmelo, en mi forma de ser, en todos los órdenes de la vida, hay algo inherente a la propia persona, que no se puede corregir, ni siquiera aparcar. Es como un sello de identidad que se adhiere a tu propio carácter, de tal manera, que ni  cuenta te das que lo llevas y,  lo que es peor, que lo ejerces. Agradecí a la buena señora sus palabras y me hice el propósito, allá en lo más íntimo, de hacer lo posible por corregirlo, o al menos aminorarlo. ¡Cuántas cosas se aprenden cuando escuchas lo que dicen los demás.

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