BEARIZ, EN EL CAMINO DE SANTIAGO

img_20180915_2016389802771734444143095307.jpgNo hay más que hacer un recorrido con la mente, saliendo del Norte de Portugal hacia Santiago de Compostela, para sacar la lógica conclusión de que Beariz está en el Camino de Santiago. Por su situación geográfica, los condicionantes hidráulicos y orográficos que concurren en el tramo que separa Pazo do Arenteiro, cuna y centro neurálgico de los Caballeros de Santiago, donde residían los Maestres de la Orden y desde cuya población se impartían las instrucciones que regulaban todos los movimientos del peregrinaje hacia la Sepultura de uno de los Hijos del Trueno, Santiago, el hermano de San Juan, hijo del Zebedeo, Beariz es uno de los puntos más favorables para que el Peregrino haga el recorrido de la forma menos incómoda. En el día de hoy, cuatro de esos esforzados del Camino, procedentes del vecino Portugal, hicieron parada en nuestro pueblo haciéndose lenguas de la belleza del recorrido, cuya dureza que sin duda tiene, la mitiga la presencia del río que custodia el camino haciéndose presente en cada curva del mismo.

img_20180915_2020128302163215349429070781.jpgPertenecientes a un grupo de enamorados de múltiples recorridos, dos de los componentes tuvieron que hacer un receso para tomar un «aire» y reanudar después el Camino con sus compañeros. Este deportista grupo que hoy nos visitó y que responden al nombre de DESNIVELADOS, después de compartir con nosotros unos momentos de conversación y reponer fuerzas con un pequeño refrigerio, prometieron hacerse eco de las bondades de todo lo encontrado durante la jornada que les trajo hasta nosotros. Después de todo ello, tomaron de nuevo sus bicicletas y por nuestra parte desearles BUEN CAMINO reanudaron su marcha hacia el otrora Campo de la Estrella, luciendo sus mejores sonrisas.img_20180915_2020489201530013484729402663.jpg

«…PERO HABERLAS HAILAS»

img-20180911-wa00085729470389555029194.jpgYa el sol se había cansado de subir y bajaba bastante rápido a su lecho, para descansar. Salí con ánimos renovados con el fin de realizar mi acostumbrada caminata, cuando a pasar «A Revolta», me dí de bruces con mi amigo y vecino, Julio Janeiro. Julio lo fue casi todo en este mundo que le tocó vivir. Después de unas vivencias propias de la aldea, siendo aún muy joven, ejerció el oficio de panadero y según iba cumpliendo los años iba aumentando sus actividades. Corredor de maderas, aserrador, practicante (ahora ATS) director de banco, apicultor y un sin fin de profesiones más queocuparían todo el dina cuatro de mi ordenador. Entre todas esas cosas, Julio es, además, un buen conversador y como se te ocurra darle pie para iniciar cualquier tema, despídete de todo el programa que hayas podido hacerte, porque no lo cumplirás. Y lo bueno, es que la mayoría de las veces, por no decir siempre, a su lado se aprende mucho. Me salió una pequeña mancha en la sien izquierda y le faltó tiempo para darme el remedio que la hiciera desaparecer. Me dijo que cogiera una hierba llamada «Celedonia»    la cortara y con el jugo que suelta, rociara la mancha. Me eché a reir. No se molestó por ello. Y comenzó como siempre que le das la oportunidad de hacerlo. Ya lo dije al principio. «Mira, un día, cuando ejercía mi profesión de Sanitario o de Practicante, me llamó el Médico que entonces teníamos en Beariz y me dijo que teníaque hacerle unas curas a Don Manuel, el Cura. Que le había visitado, pero que visto el mal que tenía, poco podía hcer él como Médico, que yo le visitaría y le haría el tratamiento pertinente para curarlo. Dicho y hecho. Me fui a casa de Don Manuel y le dije lo que el Doctor me había sugerido. El buen Cura me agradeció mi presencia y mi disposición a curar sus posibles males. Me invitó a pasar a su habitación y se bajó los pantalones. Lo que aquel hombre tenía en sus glúteos, muslos y entrepiernas, no es para describir. Una pura llaga. Lo primero que le pregunté, ante lo que estaba viendo, fue si él había depuesto fuera de casa. Su respuesta fue inmediata. Me dijo que hacía unos días tuvo un apretón y no pudo resistirse. Paró el coche y se metió entre la maleza para vaciar su inquieto vientre. Que había mucha hierba que le invitaba para hacerlo. No pude sino decirle que, con mucho sentimiento por mi parte, el remedio para subsanar lo que él tenía, tampoco estaba en mis manos. Era necesario recurrir a una persona, concretamente, eso tenía que solucionarlo Salustiana (Nombre cambiado por respeto a la persona cuyos hijos están entre nosotros). Ella tiene los poderes que pueden curarla. Es necesario que ella lo vea y ponga los remedios adecuados. Don Manuel abrió los ojos que parecían salírsele de las órbitas, al mismo tiempo que contrariado y gritando como un energúmeno, me dijo que de ninguna manera. Esa mujer no podía curarlo, ni él quería ni ella, seguro ue tampoco. Que no se podían ver ni en pintura. Me costó mucho convencerlo para que yo pudiera hablar con Salustiana y ver si ella accedía a poner los medios para curar aquel cuerpo maltrecho. De no ser así, le auguraba un triste desenlace. Después de un buen rato conseguí que me permitiera hablar con la señora de los «poderes especiales». Luego tuve que visitarla yo para ver si ella, que no tenía mejor querencia hacia el cura de la que éste sentía por ella, estaba dispuesta a poner sus «poderes» para curar al viejo cura. La batalla dialéctica fue muy similar a la que mantuve con el abade. Por fin conseguí arrancarle el deseado sí. La preparé  haciéndole saber lo que se iba a encontrar y que demostrara la máxima naturalidad. Me lo contaba Salustiana misma, que se quedó de piedra cuando contempló las llagas que aquel viejo cuerpo tenía. Inmediatamente le diagnosticó, sin que él abriera la boca. Le dijo que él había depuesto en el campo, donde había maleza de unas determinadas peculiaridades. Que entre esa maleza había una salamandra («pinta» en gallego)  justo en el lugar donde había caido su excremento. El animalito al sentirse molestado por lo que le vino encima le escucpió su veneno y eso era lo que le había producido tal deterioro cutáneo. Que tenía que estar durante 15 días con un tratamiento que ella le preparó con hierbas que ella misma recogía. Todos los días iba la buena de Salustiana ha realizarle las curas y antes de una semana, para sorpresa de todos, los buenos oficios y los poderes sobrenaturales de la otrora mala vecina, puso al viejo cura a caminar con normalidad. Desde aquel momento, Don Manuel y Salustiana fueron dos buenos amigos. Eso sí, el burro en la linde. El con su credo y ella con sus podres paranormales.

UN FRAILE ALGO EXAGERADO

img_20180907_183054491_burst000_cover_top8463363479292083852.jpg

       UNA PARTIDA CUYO DESENLACE SIGUE EN PIE

    Senén, es un hombre muy conocido en lo mundillos de bodegueros, y políticos. No desvelaremos razones por las que destacan en tan diferentes segmentos de la sociedad orensana. Me une a él una cordial y respetuosa amistad, hasta que la vida nos enfrenta en una incruenta batalla de naipes. Los dos presumimos de se el mejor. Y cada vez que nos vemos en un palenque tomamos nuestras armas y nos decidimos a desbancar al contrario. Hoy, el encuentro coincidió en el Bar de Ana, hasta hoy tenía otro nombre. En nuestra particular batalla decidimos cambiar el nombre en honor a la bella Tabernera que nos proporcionó mesa, mantel y naipe. Además  se comprometió la gentil doncella en llevar el conteo de tantos. El juego escogido fue, en el día de hoy, el Tute de Ocho.  img_20180907_1830129247763510069334691190.jpgLa bella Tabernera trae un juego de cartas nuevo. Lo abre ante la atenta mirada de los dos contendientes. Ella misma sortea el orden de inicio. Le toca empezar, a mi rival. Da las cartas con una habilidad de auténtico tahur del Misissipí. Yo le observo, no porque dude de su honradez, sino para ir estudiando los gestos de su curtido rostro y poder descubrir las reacciones cuando  vaya cobrando durante el juego. Comienza la partida. Senén gana el primer juego. Yo gano el segundo. venciendo cada uno el que le tocaba dar las cartas, llegamos al cinco iguales. De mutuo acuerdo decidimos tomar un «pisco labis». Nos sirve la Tabernera unos vinos con unas lonchitas e jamón de Porco Celta que nos alegra los sentidos. Rompiendo el más elemental protocolo, invitamos también a nuestra anfitriona que no desdeña la oferta. Terminamos el merecido descanso y nos proponemos reanudar la contienda. Yo le ofrezco la posibilidad de permutar los asientos. Senén se me queda mirando y me sorprende con una oferta que me hace pensar. -¿Qué te parece si dejamos rematar la partida en otro momento? Si accedes te cuento lo que me pasó con un Fraile de San Francisco, la víspera de mi boda. La oferta encerraba enjundia, por lo menos era novedosa. Le dije que sí. Que aceptaba su oferta, con la condición de que la partida se reanudaría en la primera ocasión que nos encontráramos. Nos pusimos de acuerdo en todo y comenzó su relato. – La víspera de nuestra boda, allá por los principios de los sesenta del siglo pasado, como era de riguroso cumplimiento, mi novia y yo teníamos que realizar el Sacramento de la Penitencia.img_20180907_1829469953843988713733432088.jpg Ella se confesó. El Fraile me invitó a que yo me acercara al Confesionario. Me preguntó los pecados que tenía. Yo le dije que ninguno. Que no tenía ningún pecado que contarle a él. Además, si los tuviera, no se lo iba  decir. Tuvimos una dura y muy larga discusión. Ninguno ganó la batalla. Pero el Fraile se agarró tal cabreo que me dijo que no me creía. Que me podía marchar pero de penitencia tenía que rezar 80 Padrenuestros. Aquella noche me harté de rezar hasta que me quedé dormido. -Pero ¿Rezaste los 80 que te mandó el Fraile?  -Le pregunté. -Yo no sé  hasta cuántos recé, pero muchos. Tantos que tardé bastantes años sin rezar otro.img_20180907_1829469953843988713733432088.jpg

Duro regalo el que le hizo el Fraile a mi amigo. Pero tan poco constructivo que Senén tardó muchos, pero que muchos años en acercarse a un confesionario, según propia confesión. Bueno eso es lo que él dice. Yo, mal pensado por naturaleza, creo que no lo hizo nunca más.

EL CAMINANTE CAZANDO, PALABRAS

img_20180529_114014775-15947288314540904022.jpg                        LA LIEBRE DE LAS ÁNIMAS                                          Tiene el genial escritor gallego, Blanco Amor, una obrita de teatro sumamente divertida que se titula, si mal no recuerdo, La liebre de las Ánimas. Ahí me quedo. Ahora volveré. Hoy compartí mesa y viandas, que no mantel, porque puse mantelitos individuales que son más fáciles de limpiar, con unas personas a las que me une, amén de lazos familiares, una muy cordial amistad. Durante la comida surgió un tema cuyo diálogo voy intentar reproducir con la máxima fidelidad. Decía, le pondré un nombre al azar. Por ejemplo; Casimiro

-Está muy bueno el revuelto que hiciste, parece que tuviera huevos de mis gallinas.- La dama en cuestión que la llamaremos Manuela, añadió.

-Es verdad, tienen muy buen sabor. ¡Qué lástima de gallinas. Todo les afecta, ahora ponen muy poco. Hace tanto calor… Pasa lo mismo que cuando te íbamos traer las tres que te habíamos prometido, para que tuvieras tu propio gallinero.

-Sí- abundó Casimiro. ¡Qué pena porque eran muy buenas!. Eso sí, ya no ponían de mayores que eran. Pero habían sido muy buenas ponederas.

-¡Vaya una leche! Si eran viejas y no ponían, ¿Para qué las quería?- Argüí yo.

-Bueno, pero aún podían poner algún huevo. Eran viejas pero no tanto.

-La verdad es mayores, sí eran pero además el zorro se encargó de ellas. En el día que teníamos pensado traértelas, vino y de las tres solo dejó unas plumas como señal de que estuviera allí.  Y justamente, las tres que teníamos destinadas para tí, las tres se «chimpó» el astuto zorro.20180115_132211.jpg

-Y menos mal que se conformó con esas tres y no se metió con las otras que había en el mismo gallinero.- Confirmó Casimiro. Porque podía haber dejado un estrado de gallinas muertas. Pero se conformó con esas tres que estaban destinadas para tí. -Vuelvo a Blanco Amor y su «La liebre de las Ánimas». El tema central de la pieza teatral se basa en que un aldeano se va de caza con su hijo. Después de mucho caminar y no ver ni una pieza que cobrar, se pararon a tomar el bocadillo. Mientras lo hacían, se lamentaban de la poca fortuna que habían tenido en toda la mañana. De pronto al padre se le ocurre una idea genial: «Mira hijo, ya verás cómo nos cambia la suerte. Vamos a ofrecer a las ánimas del purgatorio la primera liebre que consigamos». Ambos se pusieron de acuerdo y con ganas renovadas siguieron recorriendo el monte en busca de la codiciada presa. Al poco rato, de un matorral, saltan dos liebres. El padre se echa la escopeta a la cara y ¡¡¡Puun, Puun!!! Dos disparos atronaron los collados y valles. Una de la liebres cayó abatida. La otra siguió corriendo a toda velocidad.20180110_121604.jpg El padre y el hijo se quedaron mirándose uno al otro y el padre rompiendo el silencio, sentenció, «Domonios, hijo, cómo corre la liebre de las Ánimas del Purgatorio»