
Es frecuente etiquetar a las personas cuando observamos que van hablando sin que no veamos a nadie en sus proximidades que pudiera ser el receptor de lo que va diciendo. Rápidamente le ponemos nombre: Pobre, va hablando solo. En un elevado número de situaciones quienes así piensan, cometen un craso error. Esa persona, no habla sola, sino que habla consigo misma. ¿Razones de por qué lo hace? Innumerables. Primero no hay mejor escuchante que un mismo. Nadie te interrumpe. Puedes expresar tus opiniones con toda tranquilidad y reflexionarlas. Cuando terminas tus pronunciamientos, los analizas con objetividad. Bueno, si eres sincero y quieres ejercer como tal. Haces prácticas en el manejo del lenguaje, buscando nuevas palabras para expresar lo mismo. Ello te enriquece de forma increíble. Los que nos dedicamos al bellísimo y estimulante manejo de la lengua para crear historias, todas comienzan en la mente del creador. A partir de ahí, te las cuentas a ti mismo, para saber si te gusta. Si la respuesta es positiva, sigues. Si no lo es, te la repites hasta que se ajusta a lo que realmente deseas. En fin seguiría enumerando y no acabaría. Os aconsejo que lo practiquéis. Hablad con vosotros mismos. Os tildarán de «piraos». Bueno ¿Y qué? Lo importante es que te diviertes y te enriqueces en algo tan gratificante como es ser dueño de tus palabras y de tus silencios. Los que no piensan así, solo son dueños de lo segundo y esclavos de lo primero.