En Galicia siempre que se necesita, llueve. Ya comenzaban los plañideros de turno a quejarse de la sequía. Que si los pantanos están muy bajos. Que los manantiales están esquilmados. Ya no aflora el agua para que las plantas no pierdan su verdor. Lamentos y más lamentos. Llantos y más llantos. Ni faltó el agua en ningún lugar, ni las plantas se secaron, ni ….ni…. Nada de nada. Con los aires del Nuevo Mundo, de la parte del Sur, nos llegan los aromas y las buenas gentes americanas y en sus mochilas traen el preciado líquido para que los plañideros acallen su llantos y se dediquen a menesteres de más rentabilidad. Feliz de ver caer el agua y escuchar los trinos de las avecillas, me hallaba yo esta mañana al asomarme a mi ventanal. La lluvia caía placentera, suave, sin extridencias. Detrás de las nuves yo sentía al Astro Rey. Lo sabía allí por encima de los negros nubarrones, como vientres de burras preñadas, sabía que estaba él riéndose al contemplar la debil humanidad, sin fe, sin consistencia en sus propias realidades. De pronto, en mi barrido óptico, me topo con lo inexorable, lo siempre presente, por mucho que intentemos esquivar. Desde mi observaatorio no podía saber quién de ellos era, pero la muerte había pasado por delante de mi casa y había dejado su huella. Ignoro de qué se sirvió para cumplir con su inxorable cometido.
Bajé corriendo para comprobar quién podría ser. Acaso Papo Rubio? Su Compañera? Alguno de sus hijos? En cuanto llegué, lo recogí y era la Compañera de Papo Rubio, la madre de los hijos, al menos de la puesta de esta Primavera del 2016. Sentí una tristeza desgarradora. Con todo mi dolor, la llevé al mismo lugar que dí sepultura a uno de su hijos y sobre su cuerpo, que volvió a sus orígenes, deposité cinco margaritas. Tantas como hijos incubó esta pasada Primavera. Cuánto nos cuesta comprender que no somos líneas sino segmentos. Es el pago de tener amigos. El dolor que te produce cuando los pierdes. Seguiré las evoluciones de Papo Rubio por si puedo ayudarle en algo. Le traeré, por de pronto, una comida más variada, por si le sirve de consuelo. Al menos acallaré mi dolor, pensando que hago lo que mi cariño por ellos me dicta.