EL CAMINANTE: LOS CAMINOS DE SANTIAGO SOLO PERTENECEN A LOS PEREGRINOS.

Existen en España más de medio centenar de caminos que llevan a los Peregrinos hasta la ciudad donde se halla la tumba del Apóstol Santiago. Esa gran cantidad de rutas han sido trazadas por los millones de Peregrinos que desde los lugares más recónditos del mundo se han acercado a Santiago de Compostela para rendir pleitesía, unas veces, y pedir su protección, otras, a uno de los discípulos predilectos de Jesús.

No voy a narrar las vicisitudes por las que pasó el cuerpo del Apóstol para llegar hasta la ciudad del Campo de la Estrella. Son sobradamente conocidas. Solo quiero reivindicar aquí que, esos caminos utilizados por los Peregrinos fueron trazados por los soldados de diferentes épocas, por buhoneros que comercializaban con distintos productos e intentaban negociar con ellos en diversos lugares o simplemente personas que por razones diferentes se mudaban de lugar. Lo cierto es que nunca nadie se pudo arrogar el derecho de propiedad de los mismos.

Lo que sí hicieron las gentes de los distintos lugares por los que transitaban todos ellos, fue cuidarlos por los bienes que su presencia reportaban. Tanto chamarileros, buhoneros o soldados caminaban normalmente en grupos.

También lo hacían con frecuencia los Peregrinos. Sin embargo a estos últimos, por considerárseles más indefensos que al resto de los usuarios, con frecuencia eran víctimas de los salteadores de caminos.

Eso dio motivo para que un grupo de frailes extremeños se organizaran para defenderlos. Ese grupo protector llegó a constituirse en LA ORDEN DE CABALLEROS DEL CAMINO DE SANTIAGO. En todos los lugares por donde discurren los caminos, desde los tiempos más remotos hay un cuido esmerado para que los caminantes los utilicen de la forma más favorable posible.

Para ello se habilitaban y se siguen habilitando albergues, establecimientos de los más variados, tanto para la compra de alimentos como la de medicinas etc., etc. De esa forma pueblos, cuya precariedad vivencial amenazaba su continuidad, gracias a los caminos se convirtieron en núcleos urbanos con una economía boyante que hoy en día siguen siendo ejemplos a imitar. Los Caminos solo pertenecen a los caminantes. Nadie se puede arrogar el derecho de su propiedad. Sí, por propio interés, el deber de cuidarlos.

EL CAMINANTE: BAÑO DE CULTURA EN EL BARRIO DEL CANIDO (FERROL)

Ftografía de mi persona tomada por

Eduardo Hermida que la convierte en obra de arte

Nos llamaron mi hija Beatriz y su esposo. La cita era en Ferrol. Mi esposa y yo, aprovechando que goza ella de unos días de vacaciones en su trabajo, no podíamos faltar a la cita. A las doce del medio día nos encontramos en el lugar indicado. Sin ambages nos revelaron la razón que motivaba el encuentro. Aparte del placer de compartir unas horas con ellos, motivo sobrado para vernos, existía otro de un valor incalculable, cual es gozar contemplando Arte. Sí, con mayúsculas. El barrio del Canido de Ferrol hace no muchos años, menos de treinta, era un núcleo urbano como el de cualquier ciudad de poca población. El Canido lo habitaban unas 800 personas. Sus edificios eran casas de una planta, a lo sumo dos. Sus gentes, la mayoría trabajadores humildes sin otras aspiraciones que seguir la diaria rutina del trabajo y unas cuncas de vino en las tabernas que son el fiel reflejo de su clientela. Claro que eso lo podían hacer los hombres. A las mujeres le tocaba el cuido del hogar, hijos y demás quehaceres propios de su sexo, como se decía a la sazón. A Eduardo Hermida, un joven de veintitantos años, vecino de Canido, artista por naturaleza, se le ocurre la feliz idea de crear un incentivo para que su barrio, en el lugar más elevado de Ferrol, siga manteniendo la grandeza de lo humilde compartiéndola con la sublimidad del Arte. Curándome en salud, antes de narrar lo que Eduardo ha conseguido, me remitiré a una persona que le conoce muy bien y dijo refiriéndose al gran artista de Canido: «…Describir a Eduardo Hermida es tanto como pretender la cuadratura del círculo.» Por todo ello solo diré que Eduardo nació para el arte. Tan cierto es lo que digo que él apenas pinta con espátulas, pinceles o brochas. No, es tan personal su expresión realizando sus creaciones, que siente la necesidad de realizarlo con sus manos. Eduardo Hermida no es un artista, él es el propio arte expresado en lienzo, madera o cualquier superficie que se le ponga por delante. Hasta su verbo fértil, sencillo y con matices perfectamente definidos, se hace arte explicando toda la grandiosa obra que ha conseguido plasmar en las paredes de los edificios de su entrañable barrio que antes de llevar a cabo su magna obra, lo componían, como digo al principio, 800 personas y hoy sobrepasan los 11.500 habitantes. No se reservó para sí el protagonismo de su genial proyecto, sino que involucró a compañeros de todas las latitudes que sin dudarlo un instante se aprestaron a colaborar en su ejecución.

¿Cómo surgió la idea? Tenía que basarse en el arte de la pintura. Para él el arte supremo del color y la imagen se refleja en Velázquez. Del pintor sevillano nada tan grandioso como Las Meninas. Composición, originalidad, color, figuras, luces y sombras, todo ello le embriaga. Y como gallego enamorado de su tierra estudia hasta la saciedad el lienzo de Don Diego y descubre que dos de las Meninas son gallegas. No hizo falta más. A los artistas que se prestaron a colaborar les puso como deberes, llenar El Canido con los personajes de Las Meninas de Velázquez. Y el barrio situado en lo alto de Ferrol, se llenó de pintura, de canciones, de música, de alegría de vida en definitiva. Por doquier se respiraba a humanidad transformadora, sin perder la propia identidad de lo que ya es. En los días que dura la manifestación del arte, la ciudad de más o menos 60.000 habitantes, se multiplica por dos y todo gracias a la iniciativa de un joven inquieto y creador que obra el milagro.

Una pequeña muestra del grandiosa obra pictórica que enaltece el Barrio del Canido de Ferrol. En una de las imágenes mi esposa con el artista, igual que la siguiente, en el estudio de Eduardo. Tan magna obra solo se puede gozar visitándola.