EL CAMINANTE: MI NIETO ALEJANDRO LO DICE.

Defensa y Aviación 🇪🇸 on Twitter: "Pongo la bandera de España con lazo  negro en mi blog en memoria de los fallecidos en el accidente de Los  Llanos. DEP. http://t.co/V521799FSa"

Alguien lo dijo y mi nieto Alejandro, en plena pubertad, lo repite hasta la saciedad: «Mamá, lo que está bien, por favor, no lo toques». Lo siento, porque soy un mal cumple, pero hay que tener alma de cántaro para que a uno no se le revuelvan las tripas escuchando y viendo lo que este atajo de indocumentados, nos desgobiernan. Empezando por el jefe de cuadrilla que los engaña y siguiendo por esos patéticos ignorantes que añoran un pasado que arruinó a más de medio mundo, nuestra querida España está pasando por momentos de auténtico calvario gubernamental. Llevamos cuarenta años de superación, incluso venciendo obstáculos muy difíciles de conseguir, llega esta manada de borregos sin pastor y nos quieren encerrar en un aprisco para que solo comamos lo que ellos nos echen en las pilas nauseabundas heredadas de unos tiempos ya superados. Todo por la egolatría de un incompetente que quiere seguir en un cargo que ni tiene capacidad para desempeñar ni hizo méritos para ejercer. Y eso no es lo más grave, encima, como hacen todos los mediocres, para no dejar al descubierto sus miserias, se rodea, salvo raras excepciones, muy pocas, del nivel más bajo de una sociedad donde existen personas muy significadas para mantener nuestra España en el plano que le corresponde en el concierto mundial. Estos mequetrefes están convirtiéndonos en la escoria más desechable con el único fin de que tengamos la necesidad de mendigar el mendrugo que guardan en su emponzoñada y cerrada mano. Solo se me ocurre lo que me decía mi amigo Julián de Torrubia del Campo, cuando la vaquilla nos manchaba el pantalón con la espuma de su hocico: «Arrea Pepe, o corres o te encaramas».

EL CAMINANTE: PICARDÍAS OBLIGADAS

Esta noche tuve un sueño muy simpático, como suelen ser todos los sueños de la juventud, sobre todo estando a cuarenta y una horas de cumplir los ochenta y cuatro. Aclaro que no estaba con la cara hacia el techo, posición aconsejada reiteradamente por mi madre. Algún día daré las razones por las que ella nos decía a los hijos varones: «Hijos míos nunca debéis dormir acostados de espaldas». Como digo no es el caso, era un sueño de menos calado. Al despertarme me costó mucho retornar a dormirme y comencé a vagar por mis años juveniles de estudiante en Madrid. De ante mano pido disculpas a todas las mujeres. Bien sabido es que soy un defensor a ultranza de sus valores y lo seré mientras viva. En alguna ocasión ya conté cómo ligaba por teléfono, ya que no tenía una perra gorda para ir a cualquier lugar de diversión. Cuando mis padres me daban alguna perrilla, la estiraba al máximo. Había en Madrid, a la sazón, allá por los años cincuenta del siglo pasado, muchas salas de fiesta, para todos los bolsillos. Desde Pasapoga, Coliseum, Capitol y otras muchas, totalmente fuera del alcance de los chavales como yo. Para nosotros estaban: El Conga, El Ayala, Metropolitano, Progreso y un sin fin más de ellas. Yo las tenía a todas clasificadas y conocía el tipo de jóvenes que las frecuentaban. La mayoría eran mozas muy jóvenes de provincias que se habían venido a Madrid a trabajar en el servicio doméstico. Incluso entre ellas yo las tenía en diferentes apartados. Las que eran trabajadoras en casas de familias, en toda clase de tareas, las que eran cocineras, cuidadoras de niños o modistas. Repito, a lo mejor algún día daré explicaciones de cómo y por qué las distinguía. El caso es que si, como digo, mi padre me había dado unos realillos, entraba a la sala sacando pecho, no mucho, pero sí con algún descaro. Me sentaba en una mesa, pedía una copa de «Ciento tres», si la cosa lo ameritaba, de etiqueta negra, y me la iba tomando a sorbitos muy cortos. Tenía que durar mucho. Aquella copa me insuflaba valor para entrar en batalla, sin miedo a la derrota. Para eso la tomaba. Observaba a la concurrencia y ponía el ojo en la que más me gustara. Si me decía que no, iba a la siguiente en preferencia. Así hasta que conseguía ablandar el corazón de mis potenciales parejas de baile. Si, por el contrario no tenía una pesetilla con que pagar mi copita, me sentaba en un rincón de la sala, y a observar. Ponía mi atención en alguna que la madre Naturaleza no hubiera sido muy generosa con ella, ya pedí perdón y lo reitero, porque mi inexperiencia no alcanzaba a captar los verdaderos valores, y al comprobar que las compañeras de mesa de la observada, bailaban y a ella nadie la invitaba, yo sabía que ahí estaba mi futura víctima. Siempre solía esperar dos o tres piezas antes de tomar la decisión. Casi nunca me fallaba. Me acercaba. Hacía una reverencia y con muy buenos modos le decía: «Buenas tardes noches, según procediera, ¿la señorita me concede el honor de este baile»? En esos momentos sufría el examen inquisidor de la joven, y después de unos segundos eternos escuchaba la esperada aceptación, con reservas: «Bueno, pero una sola». Con mucha delicadeza la llevaba hasta la pista y según los casos danzábamos uno, dos o tres piezas. Yo procuraba llevarla por la zona donde bailara la moza a la que le había echado el ojo para que viera que yo no lo hacía mal del todo y así asegurarme que cuando la invitara a ella, no me diera calabazas. La estrategia rara vez me fallaba. Eran otros tiempos, ni mejores ni peores sí, diferentes.

EL CAMINANTE: QUISICOSAS DIVERTIDAS

Que el español se habla francamente mal en todo el ámbito nacional, lo sabemos todos. Salvo honrosas excepciones, es cierto que la lengua castellana tiene unos parlantes que no le hacen justicia. En Hispano América hay países que lo mejoran bastante y sobre todo se utilizan términos que aquí en España ya ni se recuerda que existen, tales como: bloquera, baquiano, vocero, trocha, coroto, mecate y un sin fin más que enriquecen el léxico con un poco que le dediquemos nuestra atención. Otro tanto sucede con el significado tan diferente que se le da allende los mares con relación a su significado real emanado de la lengua que nació en San Millán de la Cogolla, Monasterio de Yuso. Todos sabemos el significado del verbo coger, sin embargo en algunos países de Hispano américa este vocablo no se puede pronunciar porque denota un acto sexual. Otro tanto sucede con el verbo levantar. A propósito durante mi estancia en Venezuela, hubo un momento en que, teniendo la Avenida Abraham Lincoln sita en Sábana Grande, la arteria más importante de Caracas, abierta en canal, los vecinos de dicha calle apenas tenían espacio para salir de sus viviendas. Yo, como responsable visible de aquel desaguisado, me multiplicaba pidiendo disculpas a todo el mundo. Durante la ejecución de las obras que fue superior a dos años que, como digo, la calle estaba abierta en su totalidad, y el ancho de las aceras reducido al cincuenta por ciento. Una mañana me abordó la señora Aharonof, oriunda de Israel, que residía en la esquina de Jabillos, mientras me regalaba una luminosa sonrisa me sorprendió al decirme: Buenos días doctor,¿ a que no sabe cómo le llamamos las vecinas del barrio?» No, señora, le respondí sorprendido. Ella amplió su sonrisa y continuó: » El despertador. Le llamamos el despertador porque levanta usted a todas pero no se acuesta con ninguna.» Dejándome con la boca abierta, muy sorprendido, se marchó riendo. Uno de los hombres de la obra que escuchó y presenció la escena, al ver mi rostro, me dijo sonriendo: «Doctor, usted no se entera. En Venezuela, levantar significa ligar, conquistar». Muchas cosas tengo que agradecer a los momentos compartidos con las gentes de los países hermanos y uno de los más importantes, fue enriquecer mi léxico.

EL CAMINANTE: INVITADOS A LAS HERMITAS.

Era allá por principios de los años cuarenta del siglo pasado. Yo era muy niño, sin embargo recuerdo con bastante claridad a un señor de pelo rubio, no muy mayor ni muy alto que hablaba con mis padres y cuando se marchó repitió varias veces la palabra gracias. En los días siguientes me fui enterando, por retales de conversaciones que escuchaba a mis padres y hermanos, que el señor se llamaba Perfecto. Aquel nombre me hacía mucha gracia y esa sería la razón por la que siempre que venía a casa o hablaban de él, yo pusiera una especial atención. Una de las primeras veces escuché decir que se dedicaba al transporte de vino desde el Ribeiro hacia la provincia de Pontevedra. En uno de los viajes se le averió su camión en la Sierra cargado de varias pipas llenas del preciado vino de la ribera del Avia, allá por Pena Corneira y no sé por qué razón acudió a mis padres, a los que no conocía, en petición de socorro para arreglar la avería. Mis padres, repito, sin conocerlo de nada le prestaron al señor Perfecto el dinero necesario para que pudiera seguir trabajando y seguir sirviendo vino a sus clientes y sacar adelante a su familia. Desde aquel día en la diminuta bodega de los Balboa Rodriguez, donde había un pequeño barril de cien litros, jamás faltó vino para servir en la mesa. El mismo transportista se preocupaba, cuando pasaba por Beariz, de bajar a donde se hallaba el pipote y lo rellenaba. Como refería, él era de la zona de Pontevedra y un cinco de Agosto, festividad de la Virgen de las Hermitas que tiene una bellísima capilla en medio de un frondoso robledal por la zona de Seixido. Fue un día maravilloso. Nos juntamos un montón de personas, las dos familias éramos de muchos miembros. El señor Perfecto había preparado mucha y muy buena comida y, tanto él como todos los suyos se mostraron muy agradecidos hacia mis padres. Eran otros tiempos y las personas tenían otro concepto diferente de lo que suponía ayudar a quien lo necesitara y el agradecimiento se expresaba en su máxima manifestación. Pasado algún tiempo aún se comentaba en casa lo que relato, sobre todo la celebración de la fiesta de Las Hermitas. Lo más admirable es que, a pesar que el préstamo fue de cierta entidad, no hizo falta ningún papel, bastó la palabra de mis padres y la del receptor del dinero.

EL CAMINANTE: MI LINDA Y AMOROSA ENFERMERA

Me lo contaba mi padre hace muchos años. A pesar de mi corta edad, eran frecuentes conversaciones de carácter formal entre él y yo. También es cierto que propiciaba esos diálogos el hecho de que viviéramos, por aquel entonces los dos solos, allá por Madrid. Dormíamos en el mismo lecho, una cama antigua, de madera que tenía más de dos metros de ancha. Me narraba muchas cosas de su vida. Cada noche escogía un tema. Recuerdo que una de esas veces que teníamos los ánimos muy agallegados tomó el de lo que sus padres le aconsejaron cuando era mozo y empezaba a festear. Fue mi abuelo José, su padre, quien aprovechó que habían salido a cortar unos árboles O Rego do Couto y por el camino le dijo: «Hijo, estás entrando en la edad de escoger esposa y lo primero que tienes que fijarte entre las rapazas que te gusten, es en estas tres situaciones. Que para cocinar use poco la sartén, que cocine lo que se coseche en la casa. Que sea honrada y limpia, pero, sobre todas las cosas, enterarte de que cuide bien a los viejos de la casa, sean padres, abuelos o cualquier otro lazo familiar.

Que la mujer que elijas, quiera a los mayores es la mayor fortuna que puede tener un hombre al escoger esposa». En estos momentos de mi vida no estoy en capacidad de elegir, sin embargo, ella, la vida cruzó en mi camino, o mejor, como dice ella, en el cruce de caminos de nuestras vidas nos encontramos y por mor del Destino, estamos viviendo esa situación que mi abuelo tanto le aconsejaba a sus hijo. Rotura del Talón de Aquiles. Pandemia. Dependencia máxima para cualquier actitud, a mi lado Lorena, derrochando sabiduría geriátrica por todos los poros de su piel, delicadeza en el trato del doliente, solícita e ingeniosa para todos los quehaceres de cómo tratar adecuadamente a quien así necesita ser tratado. A todo ello hay que sumarle un respeto mutuo, a todas luces encomiable. Ambos convencidos de que el respeto es la parcela donde se cultivan los frutos que producen el amor. Con todo ello ¿Qué puedo yo argumentar en contra del criterio de mis hijos cuando me dicen: «Papá eres un hombre muy suertudo»?

Preparándome para la ducha

EL CAMINANTE: ALGO DE SI SE FUE.

Hace algún tiempo me decía una persona, para el Caminante muy especial, que una de las situaciones que más admira en el escritor, es la creación de personajes acordes con la función que le asigne, pero, sobre todo mantener en todo su vivir la coherencia en todas sus actitudes. Desde mi perspectiva no es desacertada la apreciación y tengo que añadir algo aún más relevante: El desprendimiento de una buena parte de la personalidad del autor y entregársela a muchos de sus personajes. En mi novela MERECE LA PENA, sucede esto último de manera muy especial. Se da la circunstancia que aún siendo una novela basada en hechos reales, no deja de tener una buena parte de situaciones creadas por la imaginación del autor. A esta dosis de creatividad le unía muchísimos aconteceres protagonizados por el personaje central. Esas vivencias las fui conociendo en el día a día en conversaciones mantenidas con Samuel ( Odilo en la vida real). Ayer mi hijo Samuel se fue al más allá. Afortunados los que tienen a Samuel en su casa y pueden disfrutar de su ejemplar vivir, como realmente así fue. Yo así lo haré. Sus familiares, seguro que echarán de menos a Odilo y a Samuel, sobre todo su entrañable Esposa, Nieves, para mí, María José. Con la partida de Samuel, una buena parte de la esencia de mi corazón se fue con él. Paz eterna a quien en la vida fue un hombre de paz y de bien. A Nieves que ha perdido, solo físicamente, porque estoy convencido que sus corazones siguen unidos, a su adorable esposo, a sus hijos y demás familiares mi más cordial afinidad de toda índole en el dolor.

EL CAMINANTE: PRIMEROS RECUERDOS

Debía ser por San Juan, aunque no recuerdo bien la razón por la que Alfredo y Benito decidieron ir a Magros. Nuestro primo Alfredo, el hijo del tío Francisco, O Garrano, vino a casa en busca de mi hermano Benito. Vivíamos muy cerca los unos de los otros. Ignoro lo que hablaron, solo sé, porque es lo que recuerdo, que nuestro primo me dijo: «Vamos Ñoriño, sube aquí a cachapiernas», y me hizo montar a horcajadas sobre el cuadro de su bicicleta. Mi hermano hizo lo propio subiendo a la suya y los tres comenzamos a bajar por la Forja en dirección a Magros, por la estrecha y árida carretera cuyo pavimento era piedra machacada y sábrago (arena producto del granito meteorizado y otros minerales). Con ese piso, y utilizado continuamente por carros de vacas y bueyes con ruedas metálicas, no es difícil adivinar los botes que pegaban las bicis. Recuérdese que yo iba a horcajadas sobre la barra horizontal del cuadro del caballo de hierro de mi querido primo, sin otra protección que un pantaloncillo corto que, como siempre, me había confeccionado mi adorable hermana Luzdivina (así gustaba que la llamáramos) de uno viejo de mis hermanos. No recuerdo los años que tenía ni si el pantalón que vestía seguía siendo de los que su abertura iba desde el coxis a la pelvis. Por supuesto sin calzoncillos, por lo que el apoyo de mi cuerpo sobre la barra, no es nada difícil suponer cuál era. Al doblar la curva donde estaba, a la sazón, nuestra escuela, escuché el primer piropo de una persona ajena a la casa. Mi hermano nos adelantó en ese mismo punto y yo le grité a mi primo, con la voz autoritaria y temblorosa, no por el miedo, sino por los botes que daba sobre la barra: «Alfredo, adelántale». La respuesta fue inmediata. Alfredo recuerdo que se puso de pie para imprimir mayor fuerza a los pedales al tiempo que me decía: «Así me gusta Ñoriño, eres un valiente». Andará por cerca de ochenta años que sucedió, a mí me parece que hace solo un momento que el hijo de mi tío Francisco, O Garrano, me lo dijo. Y me sirvió de mucho en el devenir de mi vida. Gracias Primo.

EL CAMINANTE: JUSTO PÉREZ PARÍS, MI MODELO A IMITAR.

Empezaré, para quienes no sepan quién es Don Justo Pérez París. En alguna ocasión escribí sobre su persona y su encantadora esposa Doña Fina. Justo Pérez París es un señor en quien, hace muchísimos años, al estilo de un ocupa de la peor calaña, entró la ELA (Esclerósis Lateral Amiotrófica). No hubo justicia que dictara sentencia para expulsarla, pero ella, a pesar de su maldad recalcitrante, tampoco pudo con su numantina resistencia. Más de treinta y cinco años de lucha sin cuartel y sigue, con su entrañable esposa como fiel y amorosa aliada. Pero no creáis que Justo permanece en su silla de ruedas en actitud de sumiso enfermo. En absoluto. Fundó una revista de carácter comarcal con muchísima difusión, en color, de más de cincuenta páginas, de gran calidad, tanto en sus contenidos literarios, temas sociales y de cualquier otro contenido. Por supuesto, gratuita. Mi admirado amigo solo mueve un mínimo su cabeza con un giro no más de tres o cuatro grados.Él la enmaqueta, hasta hace un año en papel, ahora su publicación se hace online y lo hace con un pequeñísima célula que tiene en el arco de sus gafas que se apoya en la nariz. Desde que le conozco, hace más de veinte años, es Justo mi icono, mi referente y cuando la cuesta de la vida se empina y mi capacidad de lucha sufre y está a punto de tirar la toalla, le traigo a él a mi mente y me avergüenzo de mi debilidad y al momento, aunque la nariz haga surco en la tierra de la subida, no flaqueo. Pero nunca mi admiración y respeto hacia mi referente de la lucha, había alcanzado las cotas que lo hace en la actualidad ante el pequeño percance que he sufrido: Rotura del Talón de Aquiles de mi pierna derecha. Mi movilidad está bastante limitada, dolores no tengo tantos como para quejarme. Además Dios ha puesto en mi vida una joven emuladora de Fina que me cuida como la niña de sus ojos. A pesar de todo eso, hay momentos que tengo que traer a mi mente a Justo para dar un cambio a mi estado anímico y dar un giro de ciento ochenta grados a mi actitud. A Justo, a Fina, a José Julián y a Moisés, gracias por vuestra modélica actitud ante la vida.

EL CAMINANTE: POR QUÉ NO PUBLICO

Habrán notado mis sufridos seguidores que siempre soy bastante irregular en mis publicaciones, pero en estos últimos días, algo más. La razón no es otra que ésta.

Hace unos días os comentaba el problema que me produjo un paso en falso diagnóstico de un médico de guardia en la entidad de la que soy cliente o socio. Al examinar mi pierna dictaminó que era una rotura de fibras del gemelo derecho. Una pomada, reposo y en unos días, todo solucionado. Pasaron diez y al observar que no había ningún avance positivo, decidimos pedir un nuevo examen. Un doctor de la especialidad de traumatología sentenció asegurando que mi pierna derecha había sufrido la «rotura Aquiles gemelo derecho». Desde mi total ignorancia sobre los aspectos y conocimientos médicos, me atrevo a pedir a los galenos, algunos muy pocos, que tengan un poco más de prudencia a la hora de realizar un diagnóstico sobre cualquier dolencia que se les presente para ser examinada. He perdido diez días de mi vida, además de exponerme a empeorar un daño que se vio ampliado por un error, humano sí, pero que no era difícil evitar. Debo hacer justicia a mi médico de Familia, el Doctor Xosé Dobarro quien, en una primera revisión en su consulta en el Centro de Salud de Beariz me dijo, con la humildad que le honra: «Estoy por asegurar que es rotura del Talón de Aquiles, pero ve a donde puedan comprobarlo». Para mi desgracia mi siervo Patroclo no estaba para evitar, no la lanza de Héctor, sino una insignificante astilla en el suelo que provocó mi absurda caída.

EL CAMINANTE: GRACIAS A LAS DOS.

Desde lo más profundo de este usado, que no viejo corazón, gracias a las dos. Ellas no son otras que nuestra madre y nuestra vaca que habita en los bajos de nuestra casa. Ambas nos dan todo lo necesario para nuestras vidas. La mente humana con frecuencia olvida hasta lo más primordial y que da sentido a su existencia. No hace muchos años así era nuestro vivir: Dependencia total de la madre que nos trajo a este mundo y de la vaca.

Desde el momento que nos da a luz, lo único que se genera en ella, es amor. Todos sus actos hacia nuestra persona es dedicación, entrega, desvelos sin límites para colmar nuestra existencia de los mejor que la vida nos puede ofrecer. Desde lo más valioso como es alimentarnos con su propio cuerpo, hasta ese beso dulce y tierno que nos da cuando nos arropa y desea buenos sueños. Pasan los años con toda clase de vicisitudes, encuentros y desencuentros, pero ese beso recibido en la despedida del día, sigue incólume, vigente y enternecedor.

Nuestra vaca, es esa compañera inseparable del vivir cotidiano, imprescindible en el hogar gallego. Así lo entendió la madre gallega y por eso la convirtió en su compañera y aliada en todos sus quehaceres. Cuando la madre sobrepasada de sus límites por la entrega en su devenir del día a día, recurre a su amiga bovina y en ella encuentra la aliada perfecta. Desde la leche que a ella la naturaleza le niega, hasta solucionar un sin fin de necesidades inherentes a la propia existencia del matriarcado gallego. Con la vaca se labra la tierra para el cultivo de todo tipo frutos para el sustento familiar. Es ella la que produce el abono para que esas tierras sean fértiles. Vive en los bajos de la vivienda y con el calor de sus cuerpos y sus excrementos consigue mantener en la vivienda un ambiente suavemente cálido. Si lo que engendra es hembra, normalmente da continuidad a su estirpe, si, por el contrario es macho, contribuye de manera considerable a solventar la economía doméstica. Tanto la una como la otra, en sus diferentes y respetuosas vivencias, ¿son o no son merecedoras de todo nuestro respeto, cariño y agradecimiento? Para ellas, desde la visión de este humilde y lisiado bearicense les mando los míos.