
Un día más, Adorable Esposa, para compartir contigo. Siempre estás en mi mente al igual que en mi corazón, pero hoy, por razones obvias, reverdecen recuerdos de situaciones compartidas que me invitan a que una vez más las comentemos para disfrutarlas como lo hicimos cuando sucedieron. Amor me estoy haciendo mayor. O ¿Será que ya lo soy? Con tu permiso. Perdóname, mañana continuamos. Buenas noches. Hola, Amor. Me he levantado con el firme propósito de continuar inmediatamente la conversación contigo. Como casi siempre, las buenas intenciones se vean relevadas por imprevistos que surgen continuamente. Pero eso es la vida misma, un continuo acontecer de mutaciones que conforman el devenir de los seres vivos. En definitiva, Amor mío, ya estoy aquí y voy intentar que nos divirtamos unos minutos recordando algunos detalles que cuando sucedieron lo pasamos muy bien. Me viene a la mente, recién casados, te invité a que vinieras conmigo de caza. Caminamos tanto como a tí te era posible. No fue mucho. Hasta Morita, nuestra perrita se extrañó que su amo no atendiera cuando volaban las perdices o salió un conejillo escondido en un corremundos o saltó la libre escondida dentro de una atrocha de esparto. Estoy convencido que ella, Morita, se enfadó mucho aquella mañana. La pobre no sabía que su amo aquel día, tenía otras ocupaciones muchísimo más atractivas que disparar sobre un inofensivo conejo o interrumpir el vuelo de nuestras bellísimas perdices rojas. Lo que es llenar la percha de caza, no lo hicimos, pero nuestros sentimientos sí se manifestaron en sus exuberantes y juveniles inquietudes. ¡Qué melodía tan bella interpretaba aquella fuente que había en medio del encinar! La escuchamos unos minutos, muy pocos por cierto. Después nuestros susurros y el silencio, tenían cadencias mucho más apropiadas para los momentos que vivíamos. No poníamos barreras ni al viento ni a la brisa. Aquella tarde que regresé del trabajo. Te llamé dessde el fondo de la escalera de nuestra casa. Como siempre asomaste, allá en lo alto, con tu aire de reina recibiendo a su… «esclavo». Te pregunté si querías tomar café. Me respondiste afirmativamente. Bajaste. Me diste un beso y te volví a preguntar, dónde te apetecía tomarlo. Teníamos cuatro bares en el pueblo. Me respondiste que lo importante ya lo tenías, que era estar juntos. Nos subimos al coche y terminamos tomando café en Albacete, a 140 Kilómetros de nuestra casa. El tiempo es nuestro patrimonio, me decías y ninguna inversión mejor que compartirlo.
La otra parcela, Amor, no deja de ser también muy bella, pero sus tintes son diferentes. Decía el poeta: ….»La vida en la casa,/ giraba en torno a ella/ pacífica y amble/ divertida y serena……Y yo también cantaba/ que ella y el trabajo/ hiciéronme poeta. ¡Qué deseos el alma/ tenía de ser buena/ y cómo se llenaba de ternura/ cuando Dios le decía que lo era!-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Pero bien se conoce/ que ya no vive ella/ el corazón, la vida de la casa/ que alegraba el trajín de las tareas………que está el aire de casa/ cargado de tristeza/ y palabras y ruidos importunan/ la rumia sosegada de las penas………..Y la vida solemne de los mundos/ seguirá su carrera/ monótona, inmutable/ magnífica, serena………Pero yo ya sé hablar como mi madre/ y digo como ella/ cuando la vida se le puso triste/ Dios lo ha querido así, ¡¡Bendito sea!!.»
Y yo, adorada mía, recordando tus palabras, sigo, sigo caminando, porque eso fue lo que nos prometimos. Y, además de emular al poeta, miro tu legado, nuestros hijos, nuestros nietos y ¡Cómo no! nuestros amigos, vecinos y tantas personas que nos respetan y que nosotros correspondemos. Un beso. Dame un beso. Voy a seguir escribiendo, uno de tus más insistentes consejos. Que lo hiciera. Pues aquí me tienes, obediente como siempre.
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