Tal vez sea incapacidad o algo que se le parece, pero es así. Ayer, al asomarme a la ventana, como hago varias veces al día, para ver si mis amigos, Rubiales y Pico Amarillo, están o han venido a comer, comprobé que ni lo uno ni lo otro. Sin embargo sí estaban dos perros que, desde que no tengo cerditos, le pongo en una pila los restos de comida que ellos aprovechan. No son de ninguna raza determinada. Son macho y hembra. No pertenecen a ninguna raza concreta. Algún antepasado de ella debía de ser algo parecido al Pastor Alemán.A pesar de su indefinición, es esbelta. Un poco más alta que él. Su capa marrón, como digo, tiene moteadas algunas partes del lomo, algo más oscuras. Llevándome de mi manía de poner nombre a todo, decidí llamarla Linda El, a quien le llamo Cabezón, por su enorme cabeza, es menos favorecido. Ni grandes ni pequeños. Capa de color castaño con manchas blancas en los bajos y en el vientre. No, no estaban comiendo. Llegaron los dos muy tranquilos. Observé que la vulva de Linda, estaba muy carnosa, síntoma inequívoco de que se hallaba en celo. Nada más llegar frente a mi ventana ella se tumbó. Inmediatamente él comenzó desparasitarla con los dientes, recorriendo con extrema delicadeza todo el lomo de la perra. Ella se dejaba hacer. Cuando hubo terminado con una parte del cuerpo, Linda si giró para el otro lado con el fin de que Cabezón continuara su labor por todo el cuerpo. Cuando ella, lo consideró oportuno, como compensación de agradecimiento, se levantó y le brindó el cuarto trasero, para que Cabezón se montara. Así lo hizo éste, pero. como es más bajito que ella, no conseguía su objetivo. Por más que Linda intentaba ayudarle, Cabezón no acertaba en sus intentos. Hasta que, al fin lo consiguió, pero no a plenitud, con lo que al instante, tubo que bajarse de nuevo. Y vuelta a empezar. Linda deseosa por complacer a su amigo le brindó de nuevo la oportunidad de que se subiera ala grupa.
Cabezón, que lo deseaba con todo el ánimo del mundo, comenzó de nuevo la dulce y cruel batalla. Lo conseguía, a medias. No había continuidad. Linda se enfadaba y volvía a provocarlo una y otra vez. Hubo un momento que se enfadó tanto con su incompetente pretendiente, que, al descabalgarle, le mordió. Yo creo que hasta le dijo ¡¡Mira que eres necio y tonto!! ¡¡Así no vamos a ningún lado! Una vez más, la agudeza de la hembra tuvo que solucionar el problema. Como hubiere una pequeña pendiente, para bajar, hacia el camino, Linda se colocó mirando hacia abajo, lo que le daba facilidades a Cabezón, para que consiguiera el propósito que ambos perseguían. Volvió, por enésima vez a intentarlo Cabezón. Tan nervioso y acelerado estaba, que Linda comenzó a impacientarse. Para su fortuna, el nada experto perro, acertó de una vez por todas y el milagro de la Naturaleza, en su inequívoca forma de mantener la procreación, una vez más, se hizo patente en esos dos amigos míos que me tuvieron más de un cuarto de hora, viendo tan bella escena de comprensión y tolerancia entre dos animales que compartían un mismo propósito: Que la vida siga.
Estoy convencido que sabeis que paso por alto, un sin fin de aconteceres, que dan sentido al titulo de este escrito.