
Bastaron cuatrocientos y pocos días para saber que la naturaleza los había preparado para ser el uno para el otro.

Hay frases que usamos con mucha frecuencia cuando expresamos a alguien un buen deseo: «Que lo veas casado». Pues sí, hoy he visto uno de esos bellos augurios felizmente cumplido. Mi nieto Pablo, se ha casado. Pablo es uno de esos niños grandes que, sin dejar de alimentar cada segundo de su existencia al niño que lleva dentro, ha terminado sus estudios

de Medicina en la especialidad de Pediatra. En estas fechas realiza labores de investigación en un hospital de Londres, sobre enfermedades de la piel en los niños.

Recién cumplidos los treinta años y habiendo encontrado la mujer de su vida, hoy, tomando toda clase de precauciones por la maldita pandemia que nos azota, celebraron la ceremonia en la más estricta intimidad: Laura, Pablo y Beatriz y Carlos, padres del novio.

Esperando mejores tiempos para poder reunirnos todos y celebrarlo como se merece. Hoy nos conformaremos contemplando las fotografías que nos remitieron para que así, gocemos viendo la felicidad que reflejan sus bellos y juveniles rostros. Hasta el padre del novio, hombre serio y formal donde los haya, nos brinda el amago de una sutil sonrisa. Huelgan más comentarios de abuelo. Las imágenes hablan por sí solas. Que Dios me los bendiga y fomente en los dos el respeto mutuo. Es en esa parcela, en el respetarse, donde crecen los frutos que producen el amor. Adorable y bellísima Laura, gracias por estar ya en el seno de esta familia que se siente, si ello es posible, más dichosa con tu arribo. De ti, mi adorable nieto Pablo ¡!qué voy a decir si desde niño creaste deseos entre los matrimonios que te conocían de tener un hijo como tú!