Mes: noviembre 2022
EL CAMINANTE: DOMINGO A LAS ONCE Y CUARTO DE LA NOCHE, TIENES QUE VER TELEVISIÓN DE GALICIA INCOMMBUSTIBLES. NO TE LO PIERDAS.

INCOMBUSTIBLES es un programa que la Televisión de Galicia comienza a emitir este Domingo 13 a las once y cuarto de la noche. En él pone en valor las experiencias y enseñanzas que pueden legar los mayores a las nuevas generaciones. Todos sabemos que los muchos años, queman a quienes la vida nos permite ir sorteándolos. Por supuesto ninguno de los que hemos rebasado los setenta, ochenta, u ochenta y seis, como es mi caso, en ese discurrir, desconocemos haber pasado por muy diversas situaciones. A veces encontramos temperaturas templadas. Otras gélidas que te cuartean la piel. Con frecuencia los tórridos calores te abrasan de forma inmisericorde. Ni los unos ni los otros han conseguido que no cumpliéramos con el destino para lo que fuimos creados. Cómodos, unas veces, congelados, otras y abrasados la mayoría, dejando jirones de nuestra existencia, siempre. De la mano de la vida seguimos haciendo Camino, venciendo todos los obstáculos y dejando huella de nuestro caminar. Mañana a las once y cuarto de la noche, tanto si eres mayor como si aún vives en la colorista edad de la juventud, tienes la oportunidad de contrastar todo esto que te he reseñado. No dejes de verlo. Merece la pena.
EL CAMINANTE: REGRESO A MI ESENCIA PIDIENDO DISCULPAS.

Pido perdón a las buenas personas que dedican unos valiosísimos momentos de su vida a leerme o, simplemente a seguirme en mis quehaceres como escritor. Para ellos mis más sumisas disculpas por haberles dado una imagen que, en absoluto corresponden a lo que realmente debe ser. Ni siquiera me justifica el mal momento que estaba pasando. Desde el primer instante conté con el apoyo profesional de nuestro competente Médico de Familia, Doctor José Dobarro y el magnífico e incomparable enfermero Dani. Posteriormente en la Residencia de Orense un joven y excelente Cardiólogo Doctor de nacionalidad chilena, de quien siento desconocer el nombre, detectó con claridad meridiana lo que me sucedía. A continuación el Cardiólogo Doctor Redondo de la misma área sanitaria, impartió las instrucciones pertinentes para actuar en consecuencia. Me citaron para el 19 de Noviembre. Todo esto sucedía en los últimos días de Octubre. Como el 25 me sintiera francamente mal, acudí a la Clínica El Carmen. Informado el Cardiólogo Doctor Don Ramón Mantilla de cuya calidad como profesional y humana, no tengo palabras suficientes para hacer un justo reconocimiento, me emplazó para tres días después. Antes le era imposible poder atenderme. El día 28 él y su estupendo equipo, Doctor Tino, Enfermera Aurora y demás auxiliares, restablecieron mi organismo para continuar sonriendo a la Vida. De que así fuera se encargó mi bella y solícita Esposa y vuestro cariño, manifestado en cientos de mensajes que agradezco desde lo más profundo de mi muy usado, que no viejo corazón, pues según el Doctor Mantilla, está en muy buen estado. De ahí el que este escrito tenga por misión pediros disculpas por haber encabezado mi anterior relato con una cara que ni yo mismo reconozco. Os respeto. Y, como el respeto es la parcela donde se siembra la semilla que produce el amor, OS AMO a todos.
EL CAMINANTE: VER PARA CREER.

Nunca he cerrado los ojos y la mente al avance de la ciencia. En determinadas circunstancias pensaba que me gustaría contrastar por mí mismo ciertos comentarios que, de alguna manera, traspasaban las situaciones del cotidiano vivir. Hace siete días experimenté en mis propias carnes una situación que, según dicen los que de ello saben, es de absoluta normalidad. El rostro que muestra la imagen que encabeza este escrito, ni es de incredulidad, ni de malestar, ni mucho menos de contratiempo. Sí lo es de reflexión admirativa porque, por el puntito que observan en la siguiente imagen, señalado con la punta del bolígrafo, el admirable Cardiólogo Doctor Ramón Mantilla y su eficiente equipo, acaban de introducir hasta las proximidades de mi corazón dos espirales metálicas, una dentro de la otra.

¿Quieren más? Pues ahí les va. Yo escuchaba todo lo que ellos decían narrando los aconteceres que iban surgiendo durante el recorrido de los dos muellecitos sin sufrir dolor alguno. Obvio los nombres porque ya son parte de mi mismo. O sea que aparte del hierro que pueda tener mi sangre, desde el día veintiocho de Octubre, mis propiedades de hierro han aumentado.
EL CAMINANTE: EL DOCTOR DON JOSÉ DOBARRO ME SALVÓ LA VIDA

Por costumbre ancestral, el español suele resaltar mucho más los fracasos del prójimo que los aciertos. Si de profesionales se trata, ese juicio alcanza cotas exponenciales. Por naturaleza mi garganta suele reaccionar bastante mal a cualquier incidencia que la afecte. El frío, el calor o una pequeña partícula que no elija bien la dirección a seguir, me crea molestias a las que no suelo dar importancia por lo frecuentes que son. Hace unos días, al subir una cuesta no demasiado larga, pero con bastante pendiente, una vez más, sentí que mi garganta se resecaba y me escocía al mismo tiempo. No le di demasiada importancia por ser algo cotidiano. Al adía siguiente, se lo comenté a mi esposa. Alguien que no vemos ni pronuncia palabras, que solo vive en nuestro cerebro, nos aconsejó que deberíamos hacer sabedor a nuestro Médico de Familia de esa, para nosotros, nada inusual anomalía. Así lo hicimos. Comunicamos con el Doctor Don José Dobarro poniéndole al corriente de lo que me sucedía. Personalmente me animaba más el intercambiar unas palabras con el carismático galeno que el interés porque me recomendara cualquier tipo de pastillas u otro cotidiano remedio. No acertamos en nada: «Vente en cuanto puedas a la consulta» Pensé que tendría el mismo interés que yo por echar una parrafada. Llegué al Centro Médico. En ese momento, rara avis, no había nadie en la sala de espera. Me invita a pasar. Se nos une Daniel, Enfermero de una contrastada profesionalidad que ejerce envuelta en una dosis de humanidad, rayana en lo insuperable. Los dos me escuchan y el Doctor Dobarro, sorprendiéndome y mirándome a los ojos me ordena: «Ahora mismo te vas a Urgencias». Le miro luciendo la mejor de mis sonrisas considerando que lo escuchado es una broma de amigo. No, no era una broma. Obedecí. Ingresé en el Hospital. Reconocimientos rutinarios y compás de espera para que me devuelvan a mi domicilio. No acertaba ni una. Cuatro días de reconocimientos y consultas. Trato inmejorable por parte de facultativos y personal de enfermería. Resumiendo, había que actuar contra algo que no actuaba en mi favor. Me niego a utilizar términos científicos con los que en nada me identifico por mi supina ignorancia. Lo diré a mi manera: Estaba tan distante de sufrir un infarto de miocardio, menor que la existente entre las dos caras de un cuchillo bien afilado. El Cardiólogo Doctor Don Ramón Mantilla con su magnífico equipo se encargaron de que un conducto que tiene la obligación de llevar sangre al corazón dejase de estar obstruido en un noventa y nueve por ciento. Tres días en observación y hoy, ya en mi domicilio, puedo dar las gracias a todos los que han contribuido a que siga en el país de los vivos Al menos hasta ahora mismo. De una manera muy especial, al Doctor del Centro de Salud de Beariz, Don José Dobarro quien, con su saber hacer y conocedor de los síntomas que revelan situaciones anómalas que otros intentarían solucionar con unas pastillas, él supo reconocer la gravedad que me aquejaba y puso en marcha todo lo necesario para que se convirtiera, de momento, en una simpática anécdota. Gracias Don José por el impagable regalo que me hiciste.

Seguiré hablando de nuestro eficiente, humano y grandioso profesional que es el Médico de Familia de Beariz y el Enfermero que comparte con él la vigilancia de los vecinos de Beariz.
No puedo cerrar este escrito sin expresar mi más profundo agradecimiento a todas las personas que me han manifestado su interés porque me recuperara. Empecé a responder a todas ellas, que son varios centenares. Gracias de todo corazón por el cariño que me dais.