CUANDO LO NORMAL SE CONVIERTE EN EXTRAORDINARIO

            Hace unos días, un amigo me invitó a su cumpleaños. Conmo es natural, acepté gustoso. Para evitar trabajos extras a su esposa y a él mismo, lo celebró en uno de esos salones tan abundantes en nuestra geografía. Sí habría unas cien personas en la reunión. Camareras y camareros atendían a los invitados, ofreciendo toda clase de aperitivos y bebidas. Cuando lo consideraron oportuno apareció en escena un grupo de músicos que comenzaron a interpretar melodías propias de los prolegómenos de una posterior expresión de danza colectiva. El ambiente era de lo más agradable. Bellas damas luciendo ropas de lo más variado y caballeros que no le iban a la zaga en apostura y vestimenta. Casi toda la concurrencia la componían parejas de diferentes edades. Eramos pocos los nones, entre los que me encontraba. La esposa de mi amigo tuvo la gentileza de convidarme a bailar con ella una de las piezas, a lo que, con mucho gusto, accedí. Ese fue el inicio de varias invitaciones que otras gentiles señoras me hicieron. Bailé con todas las que me daban la oportunidad de hacerlo. Entre las damas a las que no le ví pareja, había una joven que, por su aspecto, no debía pasar de los cuarenta. Por su porte y excepcional belleza, había llamado mi atención desde el principio de la reunión. Su ajustada y reducida falda, permitía ver unos muslos que al mejor escultor le costaría tornear. Su rostro era un compendio de atractivos complementos, para convrtirlo en un poemario de  belleza. Destacaban unos negros ojos que, a pesar de su color, iluminaban sus facciones morenas. En esa contemplación me hallaba yo, en un rincón del mostrador,  mientras daba cuenta de una copa de Albariño..   De pronto, la joven dama,  me sorprendió invitándome a danzar con ella. Con sumo gusto acepté su invitación y los dos pusimos todo nuestro saber, en ahcerlo lo mejor posible. Ella me sacaba media cabeza. Yo la doblaba en años. Era lo único en que le ganaba. Cuando sentí aquel busto, de proporcionadas medidas , junto a mi pecho, noté cómo mis pulsacioens se aceleraban. Su cuerpo y el mío se fundieron en uno solo. La pieza que había escogido la orquesta era la apropiada para aquel idílico momento. Por arte de birlibirloque, aquel salón se convirtió en una isla desierta, donde dos seres, los únicos habitantes que la poblaban, se dedicaron a convertir un momento de sus vidas, en algo maravilloso que los llevó a los espacios infinitos de lo etereo, que, a pesar de serlo, es patrimonio del humano vivir. Nunca sabré si los músicos alargaron la composición que estaban interpretando o si apenas duró unos segundos. En la vida de las pesonas hay momentos inmedibles. Lo importante es vivirlos.

Gracias Bella Dama. Por donde quiera que vayas, siempre te acompañará el recuerdo agradecido de un hombre al que le regalaste unos instantes de tu maravillosa existencia.

 

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