Por un montón de razones que no voy a relatar, tuve que ausentarme casi un mes fuera de Os Cotiños. A mi regreso, todo estaba igual que se encontraba en el momento de mi partida. Bueno todo igual, no. Lo que no se mueve, todo aquello que depende de los demás para hacerse notar, eso estaba tal cual lo dejé. Pero aquello que tiene vida, que, stando yo o no estando, puede subsistir, eso, amigos míos, no me lo perdona. Y, si lo hace, será cuando yo de mil maneras diferentes,y adecuadas a casa caso, entone el «mea culpa»Ni Gayo, que, con la cantidad de bellotas, insectos y toda clase de frutas que abunda por doquier,ni aparece por aquí. Pico Amarillo, tres cuartos de lo mismo. Rubiales. Bueno Rubiales, en cuanto falto dos días, ya se enfada y me ningunea hasta que me necesita de verdad. «Ya vendrá el tío Paco con la rebaja» Ya vendrá el invierno, si la segunda parte del año 2017 tiene invierno. Porque, hasta el presente no tiene trazas de que lo tenga. Hoy es el 9 de Octubre. Temperatura máxima en Os Cotiños, 33 centígrados. Pero, por algo yo tengo un abanico chino, osea de 360 grados. Un mes es mucho tiempo y yo necesitaba saber, de alguien que, sí me preocupaba. Tenía necesidad de saber cómo estaba Poquita CosaMe costó encontrarla. La busqué por varios sitios que, más o menos, pensaba que puiedra estar, pero todo fue en vano. De pronto, allá, a lo lejos, caminando por el centro de la carretera, divísé un bulto pequeño que se movía. Me dio un vuelco el corazón. Fui hacia él y, en efecto, era ella era mi Poquita Cosa.L
La llamé, pro ni caso me hizo. Insistí. Le ofrecí algo de comida y se resistió, pero al fin accedió a saludarme, bueno, saludarme, no, permitió que yo la saludara. No mostró ninguna alegría por volver a verme. Tendré que ganármela con muestras prácticas y comestibles. Estaba seria, incluso, creo que triste. El vientre, con claras muestras de gestación. En estos próximos días, me voy a preocupar de hacer un seguimiento y ver cómo evoluciona el vientre hasta dentro de unos 40 dís que le faltan para parir.
Le dije que se viniera conmigo, pero me miró con cara de sorpresa y de incredulidad. Entendí que quiso decirme que no era persona de fiar. Que lo mismo estaba que no estaba. De esa manera, ella no me hacía merecedor de su confianza
Acepté sus reprimenda, pero le prometí, que en el cuenco de granito, donde la ponía la comida antes de marcharme, a partir de hoy, la seguirá teniendo. Confío que se restañe esa confianza perdida y volvamos a ser buenos amigos. Aunque a decir verdad, por la carita que puso cuando se lo dije, no las tengo todas conmigo.
Hace poco más de un mes, la galanteaban una jauría de pretendientes. Hoy, sola y abatida, pasea su soledad por calles y caminos. Ni siquiera, el saber que dentro de unos días, gracias a ella, otros seres tendrán vida, le sirve de consuelo. ¡¡Qué bella es la vida y qué ingrata a la vez!!