SE ME HA IDO MI BARBERO

     20180421_001456.jpg    Ayer tarde tuve que hacer un corte viaje y me ausenté de la aldea. Esta mañana, me desayuné con una desagradable noticia: Mi Barbero, Don Manuel Rodriguez Valiñas, alias «Cajillas»  me ha dejado, sin amigo, sin contertulio, sin contador de aconteceres de antaño, sin consultor de todo lo que se relacionara con nuestro pueblo en el último siglo, sin Barbero y, sobre todo, sin la presencia de una excelente persona, de cuya boca nunca escuché una palabra mal sonante ni un comentario calificando a nadie de algo que fuera desagradable. Se iba acercando Manuel a los 90, pero su sentido de la vida era tan real y tan del vivir cada segundo, que no quería pensar en lo que vendría después. Ya lo recibiría cuando llegara. Llevaba muchos años luchando contra el enemigo que,sin consultarle, tomó posesión de su cuerpo, luchando por poseer cada día más espacio, dejándole menos al que era el dueño de verdad. Nunca mencionaba nada sobre la odiosa inquilina. Para tener más poder contra ella, tenía a su Sara del alma que día a día intentaba por todos los medios hacerle la vida más agradable. Siempre amorosa y servicial, como buena esposa, Sara lo cuidaba como los ojos de su cara. Cuando Manuel me relataba anécdotas acontecidas a mediados del siglo pasado, se recreaba y describía los acontecimientos con todo lujo de detalles. Era un verdadero placer escucharlo. Pero cuando se encontraba más a gusto era al comentar alguna cosa de sus hijos varones. La voz se entrecortaba por la emoción. Pero ésta alcanzaba cotas impensables al comentar algo sobre su hija Sariña. Esa era su ojito derecho. No era muy dado a tratar estos temas sobre la familia, pero cuando lo hacía, algo especial salía de aquel corazón que debía ser mayor que una plaza de toros porque en su interior cabía todo el mundo.

Te fuiste, querido amigo, Pero te fuiste solo físicamente, porque tú, perteneces a esa especie que nunca muere, ya que vivirás en nuestros corazones, mientras ellos sigan latiendo. Y cuando dejen de hacerlo, estoy seguro que nos volveremos a encontrar en eternos espacios donde ya no habrá más que placer y la Luz iluminará nuestros caminos para que nunca vuelvan las sombras del dolor y del sufrimiento. Has sido un ejemplo vivo para los que te hemos conocido y sigues siéndolo después de tu partida. Gracias, querido Manuel, por habernos enseñado cómo ser buenas personas. Y lo mejor es que lo hiciste con tu ejemplar manera de entender la vida.

 

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