Bien sabéis, entrañables lectores de mi Blog, que prometí hace algunos años, no escribir más sobre política. En mis dos últimos escritos quebranté la promesa, indignado por los acontecimientos que, si bien es cierto que ellos no los provocaron, no lo es menos, que su imbecilidad, irresponsabilidad, egocentrismo y, no encuentro en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, adjetivos suficientes para calificarlos, son los auténticos culpables de sembrar en los predios de la personas que asistieron a la manifestación del día ocho, el germen que está sumiendo nuestra querida España en un macro tanatorio. Aquí termina mi espacio para escribir de política. Hablaré de lo que realmente merece la pena.
La casita que se ve en mi Blog, es mi refugio, que pongo a vuestra entera disposición. Cualquiera de vosotros que pase por aquí y se pare, no le faltará un trozo de buen pan, embutido casero de porco celta, silla, mesa y mantel o tapete. Probad y veréis que no miento.
Pues bien, esa casita está en una esquina de la aldea, ya en el mismo campo. Por la noche vienen a comer al prado que hay en la parte que da al norte y a una pila que hay en la fachada que da al naciente, gatos, perros, jabalíes, zorros, lobos, vacas y toda clase de animales. Como en España estamos en situación de alarma, no puedo ni quiero salir de los espacios que me permite la ley. Hoy solamente os pondré unos mínimos detalles de lo que tengo pegado a las paredes de mi refugio. Así llamo a mi “Chabolilla”.
Reconozco que soy un defensor a ultranza del musgo. Su color, su textura, su silenciosa existencia y su altruismo, me tienen cautivado.
Hablaré de él tratando solo de esta última virtud. Viendo el musgo a sus vecinas, las menudas piedras o a las grandes rocas, desnudas, acuden en su auxilio y las cubren con su manto verde, para que los gélidos inviernos no las torturen. Permanecen así, hasta que las temperaturas se acomodan y con el mismo sigilo que vinieron, se retiran hasta la próxima estación del frío. (volveremos al bosque Dedicado de manera muy especial a dos encantadoras damas, Conchi y María Dulzura y a Tino, un caballero integral.