Hace unos días recibíamos una gentil invitación para asistir a una Exposición de Pintura. Era un gran amigo quien nos la remitía. Cumpliendo con nuestro deber, como ciudadanos responsables, declinamos la invitación. La razón era tan sencilla como coherente. El evento se realizaba en Vigo, nuestra residencia en la provincia de Orense. Estábamos confinados toda la provincia. Hoy, levantada la prohibición, nos cupo el inmenso placer de dar satisfacción a lo que tanto ansiábamos: Contemplar los cuadros pintados por nuestro gran amigo. Por conocer muy bien al expositor, estábamos convencidos del placer que nos produciría gozar de la obra del Artista Ramiro Lamas Vázquez-Gulías. Ramiro aglutina en su persona llevar impreso en sí mismo, el arte de la pintura, la creatividad del arquitecto y el don Sagrado de conseguir que con sus palabras un trocito de pan ácimo se convierta en el mismo Cuerpo de Jesucristo, Dios mismo. O lo que es lo mismo, posee las sagradas órdenes del Sacerdocio. Como diría María de Molina hablando ante el Consejo del Reino:
” Ved si bastan para…”.
Un amplio y luminoso salón, con vistas al Océano Atlántico, del impresionante Pazo Los Escudos, de la ciudad olívica, fue el escenario escogido para la muestra.
La Exposición toda ella en acuarela, trata temas religiosos y retratos de algunas personas que han dado gran parte de su vida en pro de la humanidad. Con un realismo propio de un estudioso del ser humano conocedor del alma de los personajes que pinta, los muestra al espectador con una fuerza de auténtico maestro. Los retratos de Rosalía de Castro y de Mahatma Gandhi son, desde mi modesto entender, fruto de un estudio profundo del alma de dos personas, que Ramiro fue capaz de captar, para después con el trazo firme de sus pinceles plasmarla con tal intensidad que, junto a la persona de los retratados, pone la suya propia. Sin embargo, donde el Arquitecto, Sacerdote y Artista extrae de lo más profundo de su ser, la esencia del poder reflejar en imágenes lo que piensa, siente y vive, es en el Santo Vía Crucis. En cada una de las Estaciones que el Hijo de Dios camina hacia el Calvario, el Pintor Ramiro Lamas consigue mostrarnos a un Cristo, doliente y sangrante sí, pero, sobre todo, un Cristo humano. No hay en la mirada de Jesús ni un reproche, ni un gesto de dolor o cansancio. En sus ojos, que mantiene abiertos en todo momento, hay un mensaje sublime de amor infinito que llega a lo más profundo del alma al solo mirarlos.
Siempre me he sentido muy honrado por mis orígenes bearicenses, soy de Beariz y he llevado el nombre de mi aldea por los cuatro continentes en los que he puesto mis pies. Hoy, después de contemplar la magna obra de un amigo de toda la vida y nacido, como yo, en Beariz, me siento aún más honrado de que mi madre me haya dado a luz en esta bendita tierra que es capaz de dar hombres de la talla de Don Ramiro Lamas Vázquez-Gulías.
Loor, honra y gloria, a quien loor, honra y gloria merece.