
Hoy he vuelto a sentarme en ella, en la silla del Barbero de Beariz. Lo han dicho algunos sabios y Padres de la Iglesia: Las personas que queremos nunca mueren, siempre perviven en nuestros corazones y en nuestras mentes. Me sucede con don Manuel Rodriguez Valiñas, mi Barbero, el Barbero de Beariz el último varón que nos cortaba el pelo o nos afeitaba la barba, que ambas labores realizaba con incomparable maestría.

Hoy he vuelto a sentarme en la silla en la que tantas veces lo hice escuchando a mi entrañable amigo Cajillas (sobrenombre por el que era conocido en toda la comarca) Su hija Sariña la mandó restaurar para hacer perenne la presencia de su padre en el local que ahora ella regenta como experta profesional de peluquera. Ponerse en las manos de Manuel era como sentarse en el pupitre de la escuela y escuchar una magna lección de historia. Sabía todo sobre las personas y aconteceres de la comarca. A veces ni lo necesitaba, pero el hecho de escuchar a Manuel contando anécdotas de tirios y troyanos, merecía la pena requerir sus servicios como profesional Barbero.

Hace ya unos años que físicamente nos dejó. El Padre Eterno o algún Santo reclamó sus servicios y, obediente fue a cumplir su labor como gran profesional que es. Aquí nos dejó a su encantadora hija para que continúe su labor. Gracias, Manuel por el legado que nos dejaste. Siempre estarás con nosotros.