SANTA COMPAÑA III ALGUNAS ACLARACIONES

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Toda la conversación que tuvimos, bueno, todo el tiempo que ella me habló, permanecimos de pie. En ningún momento sentí el frío que antes de que ella apareciera, me mantenía congelado, a pesar de la ropa con que me abrigaba. Por nuestro lado seguían pasando sus compañeras en número incalculable. Todas salían de la misma Mámoa. En menos de una hectárea hay 5, todas de menor tamaño que la que ellas ocupan. A la izquierda está una de menor tamaño que, según cuentan los que han tenido experiencias con la Santa Compaña, están las que no tienen nada de Santa puesto que las experiencias que se han tenido con ella, en nada merecen un calificativo que tenga que ver con la Santidad de sus componentes. Y fue eso precisamente lo primero que le pregunté a mi amable compañera. Pero antes quería saber con quién estaba hablando. Tomando aire le espeté con lo que yo quería que fuera una pregunta cargada de fuerza y decisión. Me salió un susurro que yo mismo ni casi escuché

¿Qué eres, hombre o mujer?

Su rostro se iluminó con una sonrisa que en nada entrañaba extrañeza o compasión por mi ignorancia. Su respuesta fue inmediata:

-Después del paso, no hay hombres o mujeres. Todos somos más imagen de la Luz y no hay diferenciación en nada. Todos somos iguales, dentro del momento que pasamos para llegar a la plena identificación. El Amor lo iguala todo y esos sentimientos que regulan la vida de los mortales, desaparece. Ni existe la temporalidad. Aquí solo hay el presente. El tiempo pasado o futuro aquí no se contempla, existe. Yo te puedo hablar como lo hago porque mi momento es singular. Te puedo decir………

De pronto un gran estruendo que hizo temblar la tierra a mis pies, interrumpió a mi informante. La Mámoa que se halla a nuestra izquierda, se vio envuelta en una nube tenebrosa de la que  emergieron un sin fin de figuras esqueléticas, con las  cuencas de los ojos vacías, de las que brotaban rayos centelleantes que se hundían  en la oscuridad de la noche, como afilados puñales clavándose en las carnes de propiciada inmolación. En el borde la nube, una figura de exagerada estatura e idéntica conformación que las demás, las iba cubriendo con unos harapos que hacían más inquietante su ya lúgubre imagen. Mi compañera me arropó con su blanco sayo, haciéndome invisible a los nuevos personajes que invadieron la escena, portando en sus manos velas y esquileos que hacían sonar con fúnebres acordes. Pasaban por encima de nosotros sin que percibieran nuestra presencia. Cuando terminó de pasar aquel hediondo grupo, mi compañera me liberó de su protección. Quería preguntarle quienes eran aquellos personajes que habían salido de la pequeña Mámoa. No fue necesario. Ella misma, percibió mi curiosidad y me dijo:

-Entre la ingente multitud de almas que vamos hacia la Luz, hay una facción que incurre en soberbia y la Luz los posterga a un estado como el que has visto.

Perdona ¿Cómo te llamas? Llevamos toda la noche hablando y no conozco tu nombre. ¿Quién eres y de dónde vienes?

-Aquí nadie tiene nombre. Todos somos todo, a la vez que todos somos uno. Puedes llamarme como te sea más fácil. A mi me gustaría que me llamaras Ilusión. Referente a la otra pregunta, la respuesta que te doy, está fuera de tu capacidad humana de comprender. Llevo miles de millones años , en tu medida humana, acercándome a la Luz y aún no llego ni sé cuándo la Luz me inunda. El grupo que has visto son los rebeldes y que se encargan de hostigar a los humanos creando un ambiente de hostilidad que redunda en fomentar la antipatía entre los humanos. De ahí, que a muchos de ellos les molesta llamarles Santa Compaña porque entienden que Santidad hay poca, en sus comportamientos.

 

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