EL CAMINANTE DESCIENDE A MEDELLÍN

 

P1030534Estoy convencido que más de uno se extrañará por el título del escrito de hoy. Pero realmente el recuerdo que se fija en tu memoria, en el primer viaje a Medellín, es la sinuosa bajada desde el alcor, hasta el corazón de la ciudad. Personalmente me encantó el recorrido por sí mismo y más aún, por la cantidad de jóvenes que encontré  reunidos en diferentes puntos de la carretera hasta llegar a la bella y bulliciosa ciudad. Tanto descendiendo como ya dentro de ella, su conformación urbanística y situación orográfica, me recordó mucho a Caracas.Su río. Su distribución a lo largo del profundo valle entre elevadas montañas al N. y al S. Pero lo que me cautivó, desde el primer momento, fueron sus gentes. Su espontaneidad, su simpatía, su carácter abierto a todos los pensamientos. Y no digamos sus increibles Desayunaderos. Desayunar en uno de esos típicos establecimientos, es tanto como sentarte a la mesa en las cenas Baltasar. Suculentos y variados jugos y dulces de todas las clases, servidos con el garbo de señoritas que cimbrean sus esculturales cuerpos al son de cumbias mañaneras. Si el apetito de la mañana no te despierta, mil y una razones te ofrecen los desayuinaderos para estimular tu vivir. Seguiremos narrando vivencias en la bella ciudad colombiana, tan denostada por unos cuantos desalmados que mancillan su nombre.

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