La climatología invernal, tan incoherente en su comportamiento, durante los meses de Diciembre, Enero y Febrero, ha recobrado la normalidad ante la proximidad del comienzo de la Primavera. Bajas temperaturas, lluvia, granizo y nieve son nuestros visitantes a cualquier hora del día o de la noche. Hoy, una suave brisa del norte, corta los pensamientos en cuanto roza nuestras frentes. Un chaparrón de agua nieve te puede saludar en cuanto te descuidas. Hay que taparse hasta las pestañas para que no se te congelen. No es que me preocupe demasiado, pero este comportamiento climático, me priva de ciertas prebendas de las que podría disfrutar con otra dimensión. Una de ellos, y no es la menor, que mis amigos Papo Rubio y Pico Amarillo y sus parejas, ni dan señales de vida. Estoy seguro que una de las razones por las que no vienen, es precisamente esa, el frío. También debe tener algo que ver la preparación para construir su nueva vivienda a fin de recibir su prole de la manera más digna y cómoda. Los echo de menos. Extraño sus gorjeos, sus cánticos, su revolotear nervioso de una a la otra rama. Les he tomado cariño y, a mi manera, me gusta manifestárselo.
Esa situación, con mis amigos, me lleva a tener una reflexión de más hondo calado. ¿Hasta dónde debes llevar tu capacidad de amar? Difícil pregunta para una complicada respuesta. Pero si la respuesta es complicada, no lo es menos la propuesta que se me ocurre. Según esto, debes amar hasta el extremo de que, el dejar de hacerlo, no te cause sufrimiento. Sin embargo, la reflexión sería incompleta si en ella no incidiera el aporte que tu hagas para ser amado por la otra parte. Se admiten controversias. Sé de alguna persona que ya está pensando rebatirla y, seguramente, con razonamientos convincentes.
Creo que es una buena pregunta, en la cual pocas veces meditamos, porque cuando entregamos el corazón, simplemente lo hacemos y ya.
Cuanto? Creo que sin límites, pero con buen equilibrio.
Es muy grato leerte José,
Gracias
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