Es cierto. No dejan de sorprenderme. El otro día fue Papo Rubio, quien vino a presentarme a su enamorada antes de que se dedicara por entero a las labores propias de su sexo, como diría un clásico del siglo pasado. Tanto es así que no he vuelto a verlos juntos. Vienen, sí, pero por separado. Cuando uno viene el otro debe cubrir su ausencia porque nunca más volvieron juntos a mi ventana ni al lugar donde les deposito su comida. Pico Amarillo y su compañera tamapoco vienen juntos a saciar su apetito. Vienen el uno o la otra pero inmediatamente se marchan
Como, tanto los robles como los castaños, se están vistiendo con su traje verde de primavera, desde sus atalayas habituales ya no se pueden ver. Y no solo no pueden ver las señales visuales, sino que tampoco las sonoras les llegan con nitidez, tanta es la cantidad de hojas con que los lluviosos Abril y lo que llevamos de Mayo han llenado las ramas. Papo Rubio y su compañera han construido su casita al lado de unos viejos troncos que hay cerca del giantesco castaño y de esa forma se descuelgan con más facilidad. Pero Pico Amarillo y su amada, lo tienen más difícil por lo que tuvieron que organizarse de otra forma. Hoy, Pico Amarillo cantaba con toda vehemencia una lindísima melodía. Además, le imprimía una sonoridad inusual. Tanto era así que sentí la necesidad de saber desde qué escenario interpretaba su particular composición. Sabiendo yo que, por mor del ropaje primaveral, intentaban buscar otros lugares, busqué en dirección opuesta y allí estaba él. En lo alto de un mástil de una antena de Televisión, sin interferencias de ninguna clase alegraba la soledad de su amada mientras ésta incubaba los huevos de los que pronto saldrá su amada prole. Cantaba cuando brillaba el sol y seguía cantando en los momentos que la impertinente lluvia caía sobre su plumaje, sin que a él le importara. No cabe duda que era la fuerza del amor que le confesaba a su comañera, la que le hacía poseedor de aquella calidad canora. Me refugié de la lluvia y procuré un rincón para gozar de aquel espectáculo melódico que Pico Amarillo brindaba a su amor y del que yo fuí un suertudo beneficiado. Cuando cesó el abunante chaparrón fui al comedero donde les deposito sus desayunos y yantares y les puse ración doble. De bien nacidos es ser agradecidos, pensé.