Hola Mamá. Conforme a lo prometido, te sigo contando cosas de estos días de liberación. No será lo más importante, pero no cabe duda que uno de los ingredientes que tienen los Balnearios, en las circunstancias que los mayores los disfrutamos, es compartir mesa y mantel con personas que hasta ese momento te eran desconocidas.Además de las dos parejas a las que dediqué, por sus características particulares un tratamiento personalizado, en la mesa redonda de 10 comensales, había otras dos parejas y una señora sola. Por respeto a su intimidad no le pregunté si era viuda o separada. En lo que sí fue muy explícita es en hablar de sus hijos. Nos contó algunas anécdotas sobre ellos y sobre sus nietos, sin embargo sobre el padre, en ningún momento quiso pronunciarse. Incluso una vez que yo, con bastante discreción pregunté algo, ella fue lacónica diciendo que tenía tan malos recuerdos que prefería mantenerlo en el olvido. Era muy frontal en sus pronunciamientos pero muy correcta.
Otra de las parejas, pasó sin pena ni gloria. Procedían del Norte y poco más pudimos saber de ellos. Tan correctos como redondos. No te enganchaban en ninguna arista
La cuarta pareja que compartía la mesa era un matrimonio muy equilibrado. Al nerviosismo manifiesto del hombre, lo compensaba la serenidad y estabilidad de la Esposa. Simpáticos y correctos ambos y bella y equilibrada la dama. El esposo, mientras la conversación circulaba por derroteros que no le recordaran situaciones que no eran de su agrado se mantenía en un tono de normalidad absoluta, pero esa normalidad desaparecía en cuanto se mencionaba algo que chocaba con sus ideas, saltaba como una ballesta cargada. Eso sí, en todo momento correcto Se le adivinaba inteligente y mañoso pero, un auténtico manojo de nervios. Caminante avezado que le mantenía con un físico muy en consonancia con su actitud andariega.
Como verás, Amor, un grupo muy dispar. De todos y de cada uno de ellos, aprendí cosas muy bellas que, de ponerlas en práctica, seguro que harán de mí una mejor persona.