Sí, estoy preocupado. Sigue la pertinente sequía y el termómetro no baja de los treinta y tantos grados centigrados. Ni Papo Rubio, ni Pico Amarillo han venido estos día a probar bocado. Tampoco vino ningún miembro de su familia. No es que últimamente lo hicieran mucho, pero sí demostraban con sus esporádicas visitas que no se olvidaban de mí, aunque se alimentaran más, por los prados y los zarzales. Ahora no aparecen ni una vez al día. Temo que les haya ocurrido algo. Con el intenso calor los vuelos de los pajarillos son cortos y se refugian mucho en cualquier sitio que haya sombra donde están muy expuestos a toda clase de peligros. Cualquier depredador puede matarlos. No quiero ni pensarlo. No he querido publicar este escrito inmediatamente por si aparecían. Después de varios días y comprobar que ni se han asomado por el comedero de la ventana, me decido a publicar mi preocupación. Reiteradas veces compruebo si han consumido algo del grano de la ventana y, en efecto, ni uno solo han comido. Incluso me he dado unas vueltas por los alrededores y tampoco los he visto. Ni por lo demás remoto quiero dar oidos a lo que pienso. Ojalá pronto se aclare todo.