Solo me pedía que le diera la mano. En cuanto me veía entrar en el salón de la Residencia, con su voz grave, enfermizamente muy grave, me llamaba por mi nombre, mientras tendía su mano, no sin hacer un gran esfuerzo, para que yo le diera la mía y así cumplir un rito que para él era una liturgia. Solo deseaba eso, estrechar mi mano y regalarme una sonrisa, como pago agradecido, a lo que él consideraba una deferencia incalculable. Eloy ingresó en la Residencia San Antonio de la Fundación San Rosendo, aquí en Beariz, hace más de 10 años. Tenía ciertos problemas de movilidad en una de sus piernas. Era algo uraño, sobre todo cuando se le obligaba a realizar algunos ejercicios o se le mandaban beber agua. Ambas coss, tan necesarias en edades avanzadas. Desde que ingresó en la Residencia, nunca vi a nadie que le hiciera una visita. Ignoro si tenía familiares o no, pero jamás se preocupó nadie de saber cómo se encontraba. Una vez, parece que alguien le acompañó a una inspeción médica.Sin embargo a Eloy, al igual que sus compañeros de Residencia, nunca le faltó el cariño y el cuidado responsable de las personas que trabajan en el Centro. Qué poco considera, y menos reconoce la sociedad, la abnegada labor que realizan las profesionales que trabajan en las Residencias Geriátricas. Hay que tener auténtica vocación de entrega a los demás para realizar las labores que esas personas realizan. No dudo que haya algunas excepciones, pero no dejan de ser eso, excepciones. Eloy murió. Murió como muchos quisiéramos hacerlo. Se durmió y jamás se despertó. Sin ruidos. Sin agonías. Sin dolores. Entregándose como se entrega el río cuando llega a la mar. Sin darse cuenta. Sin extridencias de ninguna clase. Tendió su mano y la inmensa Mar la tomó. La Mar lo hizo suyo para toda una eternidad. Eloy, es una de esas personas que sí se mueren. Salvo este comentario que hace sobre él, este humilde emborronador de folios, nadie le retendrá en su recuerdo. Yo Eloy, te prometo que cada vez que visite tu Residencia, tenderé mi mano, como cuando tu me la pedías.
Espero esté muy bien Sr Balboa…..como siempre que lo leo, quedo muy satisfecha con su relato…….»entregándose como se entrega el río cuando llega a la mar»….Hermosa forma de hablar de la muerte
Un fuerte abrazo
Conchita
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