Ayer participè en la grabación de un programa de Televisión Carballino, sobre los recuerdos de los años 40 y 50 del Siglo pasado. Cuando me lo ofrecieron, no me disgustó la idea, ya que de esos años tengo unos recuerdos muy entrañables de la Villa Capitalina del Carballino, que no es otra que O Carballiño.
Mis recuerdos comienzan en la época que mi padre y yo regresábamos de Madrid a pasar las vacaciones veraniegas a nuestro pueblo, Beariz. Como el sistema de transporte estaba condicionado por los horarios de los autobuses que teníamos que utilizar para, desde Ribadavia, lugar donde el tren nos dejaba, trasladarnos a Carballino y allí, con el autobús de La Montañesa, llegar a Beariz. Prácticamente 48 horas después de comenzar nuestro viaje en la Estación del Norte, en Madrid. La Montañesa no salía hasta la tarde, mi padre y yo pasábamos todo el día en Carballino. Comíamos en el restaurante Casa Celia o en el de Los Cores. En cualquier de los dos la comida era excelente. Después, nos daba tiempo para recorrer las calles de la Villa, contemplando los bellos edificios que se erguían por doquier. Todos eran de proporcionada altura y medidas muy ajustadas, lo que daba una sensación de armonía y equilibrio admirables. Por supuesto el material exterior, todo de granito orensano, del que mi padre era un incondional admirador. El, me enseñó a querer y respetar la piedra y la madera de nuestra tierra. Además, en esa fecha, año 1943, comenzaron la construcción más emblemática que se realizó en Carballino y estoy por asegurar que en toda Galicia, el Templo de La Vera Cruz. Empresa que se comenzó a germinar en la cabeza de un Cura tesonero y un Arquitecto genial. El Sacerdote Don Evaristo Vaamonde y el Arquitecto Don Antonio Palacios, natural de Porriño, se embarcaron en la titánica empresa. Y los grandes bloques del tosco granito, se convirtieron en plegarias y cánticos, fruto del bien hacer de unos maestros canteros que en lugar de trabajar la piedra, brincaban con ella. Otra razón más para que mi padre siguiera todo el proceso de la gigantesca obra que, me decía, convertiría a Carballino en un lugar de privilegio.
Esas y otras muchas cosas son las que deseaba la Televisión de Carballino, comentara yo, mientras recorreríamos las calles donde se ubican. Una torrencial e impertinaz lluvia nos impidió filmar en los exteriores y decidieron que narrara todos mis recuerdos en un rincón de una cafetería. Sin previamente preparar un guión en condiciones. A plano fijo y en un soliloquio, casi improvisado, o sin casi, me temo que saldrá un programa para dormir hasta a las hormigas. Los responsables del programa aseguraron que saldrían a tomar unos planos de todo, lo por mí relatado, pero con todo y con eso, estoy por asegurar, o mucho me equivoco, o ese programa será infumable. Cuando me empiecen a chillar los oidos que pienso será pronto, ya os lo contaré.
Unos recuerdo buenos y suerte. Feliz miercoles.
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