Ante los muros de un Cementerio, después de velarle en la alcoba reflexionaba el Poeta……Ante aquel contraste/ de vida y misterio,/ de luz y tinieblas,/ yo pensé un momento/: ¡Dios mío, qué solos/ se quedan los muertos.
Estamos en el inicio del Invierno. La gran ciudad bulle, cual hormiguero que barrunta tormenta,en ir y venir para doquier, sin rumbo ni concierto. Cientos, miles de personas van y vienen sin saber a dónde ni de dónde. En frenética huida de sí mismos, intentas saber de qué huyen o qué buscan. Se avasallan unos a otros. No se respetan los espacios. Lo quieren poseer todo sin saber, ni para qué ni porqué. Miles van y otros tantos vuelven. Van vacíos y vuelven sin nada. Solo les acompaña la soledad. Soledad entre la multitud. Soledad entre tanto gentío. Soledad, porque sus almas van herméticas a la realidad de su vivir. Soledad porque les invade la ceguera de su egoísmo. Solo ellos viven y nadie en su entorno existe. Todos son quimeras sin derechos ni espacios. Muertos que pululan y danzan al son del sonar de sus esqueletos. Cementerio sin tapias. Cementerio sin cruces ni epitafios. Cementerio mal oliente y putrefacto repleto de egoismos y maldades.
Si el Poeta detuviera su caminar en este mar de confusión, ante las tapias de esta sociedad, convencido estoy que cambiaría su verso y diría:DIOS MÍO QUE SOLOS SE QUEDAN LOS VIVOS