Un atardecer de indecisiones. Inicié varias actividades y no le di continuidad a ninguna, Todas me parecían sugerentes y atractivas, pero siempre surgía un último pensamiento que las abortaba. De pronto recordé que una gentil dama me había invitado a tomar una «chiquita» en Rubillón, ya que ese día celebraban la víspera de su Fiesta Patronal en honor de Nuestra Señora del Libramento. Un cúmulo de recuerdos se aglutinaron en mi mente, en esos instantes. Fiesta de Rubillón. Juventud. Descaro. Belleza. Baile. Amor. Purita. Dejé de ser yo, para que el destino dirigiera mis pasos. Mi destino siempre fue conmigo muy generoso. Estaba convencido que hoy tampoco me defraudaría. Me dejé llevar.
Ya estoy en Rubillón. Como persona agradecida que soy, me presenté a rendir pleitesía a la dama que me invitó a la fiesta. Me uní a los fieles que en la Capilla rezaban el Santo Rosario y al finalizar el acto religioso, comencé los saludos pertinentes a las personas que me honran con su amistad. Entre esas personas, como es de suponer, está Doña Pura Iglesias, su honorable esposo y otros miembros de su familia, a los cuales me unen firmes lazos de amistad. Singularmente con el insigne Doctor Jaime Iglesias. Cumplidos los normales actos protocolarios, tomamos asiento alrededor de una larga mesa, situada bajo una carpa que la protege del posible relente nocturno. Me senté frente a Pura. ¡ ah, sí ! Que ¿Quien es Pura? Pues, muy sencillo. Doña Pura Iglesias, hoy, hace 60 años, era una jovencísima y muy bella criatura a quien yo, en una noche, hoy hace, como digo más de medio siglo, la requerí de amores. Ella muy joven, casi una niña, ya despuntaba, no como bellleza, que ya la lucía, sino como mujer inteligente, me dijo que lo pensaría. Yo vi en aquel «Ya lo pensaré» un elegante no, dicho de la manera más educada, virtud que siempre lució y sigue luciendo la Señora Iglesias. Sentado ya, frente a Pura y su marido, a mi lado quedaban sillas libres. De pronto, mi Destino, como digo, siempre generoso, conduce hasta el asiento junto al que yo ocupaba, una joven Dama, cuya belleza no me considero capaz de describir con mis torpes palabras.
Joven. Muy joven Morena. Esbelta. Elegante en el andar. Rostro ovalado de líneas perfectas. Sus ojos iluminaron la estancia, en cuanto hizo acto de presencia. Cuello de medidas perfectas que soporta ese cúmulo de virtudes que cautivan al contemplar. Si su faz, de por sí, es un cántico a lo bello, todo se desborda, cuando su boca, que ni el más virtuoso de los pintores sería capaz de trasladar al lienzo, esboza una sonrisa. Tan natural y refrescante que termina por cautivar a quien tenga la fortuna de gozarla. Ni el perfecto arqueo de sus cejas ni la blancura y perfecta alineación de sus dientes, son capaces de distraer la atención del observador que, mirándola pierde la noción de lo humano, sintiéndose elevado a los etéreos espacios de lo Divino, de lo que da fé su nombre, Angélica. Nada en ella es discordante. Porque, si su aspecto externo es inmensamente bello, nada es, comparable con la infinita humanidad que transpira por los poros de su piel. Delicadeza, elegancia, humanidad, ternura y un ser de Persona, con título de Excelencia.
Pero, ya he repetido que mi Destino, siempre es muy generoso conmigo y hoy, si no tuviera un marco tan recio como sólido, se saldría del cuadro. Junto a la bella Angélica, tomó asiento una segunda Dama. Si la descrita, no soy capaz de reflejarla como es, ésta que toma asiento a continuación, en nada le va a la zaga. La más joven, un torrente de belleza indescriptible, la que llegó a continuación, un lago de serenidad, en atardecer septembrino cuya luminosidad invita a dejarse llevar y olvidarse del yo para convertirse en el otro. Mi sorpresa dejó de ser tal, cuando se me dijo que Pilar, así se llama la Serena y Bellísima Dama, de rostro sereno y luminoso, es, ni más ni menos, que la Madre de Angéiica. Nunca el acerbo popular estuvo tan acertado en su refranero ni tuvo mejor acoplamiento a la realidad de la vida, como en este caso lo está. «De tal Palo Tal Astilla» Reza el refrán. Santo cielo ¡¡Qué Palo y qué Astilla!! Todo lo dicho de la primera Dama se le puede reconocer a la que llegó después. Sin desmerecer un ápice Con el añadido que da la serenidad que emana de su rostro y la encantadora mesura de su mirar.
Gracias Destino por los regalos que hoy me hiciste. Te estaré eternamente agradecido.
Ah, no me puedo despedir sin felicitar a UNO DE TANTOS por tener la fortuna de que esas manos que lo acarician, pasarán las hojas que lo mismo que ellas recibirán la caricia de ese dulce mirar. Al menos en eso confío. Que no se incomode su Dueña y lo ponga en el rincón más oculto de sus estanterías. Sea como fuere. GRACIAS INFINITAS a todos por haberme brindado la oportunidad de un atardecer irrepetible en mi querido Rubillón.
Siguiendo con la idea de juntar cuánto más mejor, para combatir la terrible enfermedad de la E.L.A (ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA) y poder adjuntarlo a lo que se está recaudando con la venta de mi libro UNO DE TANTOS, todo lo que se consiga irá destinado a la misma Asociación, mi incansable Manager, Ana Rodriguez Muradás, habló con el Profesor de Zumba, Bruno Hermida. El motivo de la conversación, no era otro que solicitar del magnífico bailarín, que diera una clase magistral de Zumba en Beariz. Eso sí, totalmente gratuito. Uniendo las dotes de convicción de Ana y el carácter generoso y altruista del Maestro, no tardaron ni un segundo en ponerse de acuerdo. Había que darle forma al proyecto, sin menoscabo de las buenas intenciones de todas las partes. Con el espíritu creativo de Ana y mi buena voluntad en no discutir, diciendo a todo que sí, llegamos al acuerdo de conseguir unos regalos que deberían darnos, personas y comercios generosos, totalmente gratuitos. Otra vez la Rodriguez Muradás, Ana, sin dejar de atender sus deberes profesionales y utilizándome a mí, muy poco, para algún que otro objetivo, conseguimos la friolera de veintitantos regalos de lo más variopinto. Desde unas zapatillas de estilo, eso sí, hasta un jamón Ibérico de 11 Kilogramos. Ya se encargó Ana de publicar los donantes en nuestras páginas de Internet. Debo reconocer que dada la hora del evento y coincidiendo con otras actividades en el pueblo, yo no esperaba más allá de 15 o 20 personas en la convocatoria. A las 6 en punto de la tarde, llegaron puntuales Olalla y Bruno, los dos maestros de la peculiar danza.. Empecé a sorprenderme, viendo que contra lo que yo pensaba, la Plaza de Tras Da Cerca, se iba llenando de gente.
No daba crédito a mis ojos. Lo cierto es que cuando Bruno dio rienda suelta a sus canciones Zumberas, éramos más de 40 personas los que nos pusimos, cada uno dentro de sus posibilidades, a bailar al rumbo que los maestros nos marcaban. Pepe Pérez me robó el protagonismo de ser yo el único varón del grupo de danzarines. También el bueno de Pepe participó activamente en el evento. Una cantidad considerable de público se prestó a contemplar nuestras evoluciones sobre la pista Ver bailar Zumba a Bruno Hermida, es como como tocar las estrellas en noche oscura, con la yema de los dedos. Tanto él como su compañera, dejan de ser personas físicas para convertirse en mariposas juguetonas que juegan para ver quien llega antes a libar en las flores de un jardín bien cultivado. En sus expresiones de bailarines, lo único que suena fuerte, es la u de Zumba, lo demás todo es etéreo, dibujo en el lienzo del aire, sensibilidad intangible en la expresión corpórea de sus elásticos cuerpos. En definitiva dos maestros, dama y caballero, que dejan de ser tales, para convertirse en Arte puro.
Cada uno debe escoger el lugar y momento para defender sus razonamientos.