LA VALENTÍA DE LOS COBARDES

Lo que voy a decir, es una perogrullada, pero no deja de ser un inicio del tema que quiero tratar en el día de hoy. Cada persona es un mundo. Más aun. Cada instante de la existencia de una persona, es un mundo. Partiendo de ese principio, es muy difícil establecer un razonamiento coherente en el comportamiento de lo seres humanos. Podría, incluso, ampliarlo a todos los seres vivos. Pero concretémosnos a los humanos, por hoy.. Hay niños que, desde su más tierna infancia, muestran ya sus tendencias, con tan nítida claridad que, haciéndoles un seguimiento y manteniendo íntegra la premisa del inicio de este escrito, con los diferentes comportamientos en el transcurso de su vivir, mantienen las tendencias mostradas en sus orígenes, siempre en la misma dirección. El grupo al que vamos a dedicar hoy nuestra atención, es el de ese niño que, sin que tenga nada que ver su capacidad de intelecto, no acaba de encajar con las actitudes de sus maestros, compañeros o entorno, en general. Esto en cualquiera de las actividades a las que se dedique. Estudio, juego o cualquiera otra situación que se cree en el ámbito colegial. Se acobarda y no se enfrenta a su realidad para hacerse entender o saber defender los derechos que él supone que le asisten. Se encierra en sí mismo y culpa a los demás de su idiotez. Cuando regresa a su casa, suelta su rabia, con el gato, con el perro, con los hermanos menores. si los tiene y hasta con los padres, si éstos son excesivamente condescendientes. Según van cumpliendo años, sus reacciones van subiendo también en calidad y cantidad, siempre en la misma dirección. Cuando llega a la edad en que solo existe su verdad, ya empieza a ser insoportable. Al pasar de los 20 años, alcanza cotas escandalosas, juzgando a profesores, compañeros, vecinos y todo bicho que se mueva. Y cuando comienza a trabajar, ya sea en un andamio en una carpintería, cafetería o en el ejercicio de una carrera media o superior cuya titulación ha conseguido a, pesar de los impedimentos que le pusieron quienes querían negársela. No hay superior, igual o subordinado que no sea un incompetente, un insoportable, un inadecuado que ocupa un puesto que no se merece ni sabe desempeñar. Pero él no tiene agallas para exponer su criterio. Duda de sí mismo. Duda de su capacidad de comunicación para convencer a unos y a otros de lo que deseara que  hicieren. Teme al fracaso. Es cobarde. Entonces llega a su casa y suelta toda su adrenalina envenenada con los suyos. Es entonces saca a relucir su cobarde valentía, ante la la tolerancia de los que le ignoran. Reniega, grita, blasfema, diciendo palabras que en público no se atreve, porque en el fondo, sabe que son denigrantes, sobre todo para quien las pronuncia. No se respeta a sí mismo. Por la misma razón que no respeta a nadie. Crea mecanismos de defensa artificiales. Es un fracasado, en toda la expresión de la palabra. Es un meandro en la desembocadura, pues no tiene capacidad para mantener su propio cauce, y tiene que esparcirse por múltiples canales porque su caudal se diluye sin coherencia sin fuerza creativa. Se pierde en la negrura de su existencia sin dejar huella de su paso por la vida. Muere.

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