Poquita Cosa, disfruta, con sus hijos, del sol otoñal. Los tres cachorros, ya caminan, muy lentamente, pero ya se desplazan. También han abierto los ojos y están descubriendo el mundo al que han llegado. Yo, de momento no les digo nada sobre los problemas que ello entraña. Tiempo habrá para decírselo.
Están preciosos. Tienen una madre que se desvive por ellos y el buen cuido se nota a las claras.
Tienen un pelo tan suave, que al tenerlos en las manos, es lo mismo que si tocaras un lienzo de seda. Quien mejor lo muestra es Poquita Cosa que no cabe en sí de orgullo, al ver lo bien que se portan sus tres hijos. No hay que insistirles para que coman. Duermen hasta el aburrimiento y no protestan nunca. Aunque lo hicieran, nadie se iba a molestar, tienen para ellos muchos metros cuadrados de habitación y los únicos vecinos que hay, están a muchos metros de su casa.
No quiero pensar en el mañana, porque el hoy es muy bello. Si, en algún momento me proyecto hacia el futuro de los cuatro, inmediatamente, abandono el camino y regreso al momento que estoy viviendo con ellos.
Aunque el color de Calcetines, tiene las cuatro patitas blancas, es igual que el color de Morrito Blanco, aseguro que no se le ha teñido. Cuando nació, tenía el pelo negro, o al menos a mí me lo parecía y, sin embargo ahora lo tiene castaño.
Caprichos de la Naturaleza o dantonismo por mi parte.