HASTA LUEGO HOLANDINA

20171119_132329.jpgEra por la mañana. Entré en la Residencia, como de costumbre, luciendo mi mejor sonrisa. No siempre, ni por todos los Residentes, es recibida con la alegría que yo intento transmitir. Hice un recorrido visual a todos los internos, que disfrutaban de un merecido reposo a su larga y, a veces costosa subida por  los caminos de la vida. La mayoría, ya peinan o le peinan, más de los 90 abriles. Hay alguna que ya culminó la difícil cumbre de los 100. De pronto, mis ojos se paran en la imagen de una señora que viste de negro. Me acerco a ella y le pregunto el nombre. antes de escuchar su respuesta, detrás de mí suena la voz gutural y jovial de la Directora del Centro.

–Que te cuente, que te cuente. Tiene una conversación increible. Es un placer hablar con ella.

Le repito la pregunta, inquiriendo su nombre. Con voz sonora y bastante grave, me contesta.

–Y, ¿Quién eres tú para querer saber mi nombre?–Sin esperar respuesta contestó–me llamo Holandina

— Qué nombre tan bonito tienes. Yo soy Pepe. Pepe Balboa. Solo se lo dije una vez. Fue suficiente para que nunca más se le olvidara. Cada vez que le hacía una visita, y eso sucedía todos los días, salvo obligadas ausencias, por viajar fuera de Galicia, nunca más se le olvidó mi nombre. Supe de su deseo de comer pan de millo o de centeno. Era para mí un placer complacerla, siempre que lo hubiera en la panadería o se celebrara alguna feria por las proximidades. Desde el primer encuentro nació una, para mí ilusionante amistad, con Holandina.  En su conversación, era muy fértil, elocuente y sobre todo frontal. Siempre decía lo que le apetecía decir. No tenía pelos en la lengua. Había vivido muchos años, con su Antonio, su marido, en Fuencarral.20171119_132408.jpg

–Fuencarral, pueblo, porque también hay un Fuencarral, pero calle, pero en Madrid. Pero mi Antonio mi Manolita y yo vívíamos en Fuencarral, pueblo. Compartir con Holandina unos momentos, era disfrutar, era viajar por los espacios de la sabiduría popular, envuelta en una pronunciación perfecta. Su amor por el hombre que compartió con ella una larga y feliz travesía por los caminos de la vida, era latente y ella lo resaltaba siempre que se le daba la oportunidad de hacerlo. Pero ese amor, no era obstáculo para que mantuviera su criterio cuando las discrepancias propias del día a día, pudieran surgir.

–Un día nos fuimos de compras al Corte Inglés–me contaba.–Estuvimos viendo toda clase de cosas. Cuando llegamos, donde se encontraban los vestidos más bonitos del Corte, reparé en uno que me gustó. El Antonio se fue a dar una vuelta para ver otras cosas que él quería ver. Yo le dije a la señorita que estaba en aquella sección que me diera aquel vestido que me gustaba. Me lo dio, Entré en el probador y me gustó. Le dije que me lo envolviera, que me lo llevaba. Volvió Antonio y me preguntó si había comprado algo. Yo, le contesté que sí, que había comprado el vestido que me gustaba.20171119_132532.jpg

–¿Cuánto cuesta?

–Veintiocho mil pesetas. De esto hace más de 50 años.

–Tú no estás bien de la cabeza. 28.000 pesetas  tú

..-Perdona, yo gano para ello y yo me lo compro. No hay más que hablar del asunto.

–Antonio, sabía muy bien, lo que aquello significaba.

De todo me hablaba Holandina de sus vivencias. Tenía un recuerdo muy especial para las porras con chocolate que tomaba en la Churrería del Sr, Mateo. ¡Qué ricos estaban! Decía mientras se le hacía la boca agua.

Ayer, se durmió Holandina y pasó a la morada de lo Eterno. Manolita, su hija, la vistió de fiesta. La vistió con el traje más bonito que jamás cubrió su cuerpo, el vestido que compró en el Corte Inglés, allá por los años 60 y cuyo precio asustó al bueno de Antonio, pero que ella había ganado, para comprarlo y nada ni nadie, le podría quitar el placer de vestir su esbelto cuerpo y hacer relucir su bello rostro, con aquel vestido de color azul y motivos dorado que aún hacían resaltar más el cimbreante cuerpo de Holandina, una mujer que paseaba su galaica gallardía por el pueblo de Fuencarral. Hasta luego entrañable Dama. Ahora que ya estás en brazos del Eterno, aunque te costaba creer en El, dile que yo también quiero compartir contigo esa eterna estancia, por los siglos de los siglos. Dile que para entrar allí, te pusiste tus mejores galas. El mejor y más caro vestido, que había en el comercio aquel 14 de Febrero de l.962.

Mañana, prometo adjuntar fotografías suyas.

4 opiniones en “HASTA LUEGO HOLANDINA”

  1. La pena es que Pepe Balboa no la uvise conocido unos años antes era, le habría gustado fue una mujer fascinante siempre muy activa, cuanto se querían tío Severino Rascado y ella D. E. P y gracias Pepe Balboa por esas palabras tan bonitas para Holandina, a mi me recuerda mucho a su hermana que también era muy parlanchina y con muchas vivencias que contar una de las mejores personas que conocí en Beariz un saludo

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