El agua quiere ser libre. Tan es así, que en cuanto le ponen linderos, lucha por romperlos. A la vera del torrente me puse a verla venir e irse. Venía alegre, jovial, cantarina, sonriente, diría, incluso riéndose y al irse eclosiona y se lanza por los despeñaderos gozando de su libertad. El agua no entiende de barreras ni cárceles. Quiere ser ella misma y no soporta que la quieran controlar. Se finge domesticada. Solo una quimera. llegará su momento. Sí
Ya llegó su momento y se lanza a tumba abierta en busca e su destino postrer Pero antes se despeñará entre riscos y canchales que bruñirá a su paso. Brota el agua del manantial y aflora suave y limpia, de las entrañas de la tierra. Discurre entre árboles y matorrales, jugando al escondite hasta encontrarse en el regato y ladera abajo va juntándose como
hermanas que dispuestas a seguir hasta el final, suman sus risas y cantos que aunan al ímpetu de poderosa fortaleza arrollándolo todo a su paso. Y es su hermana tierra, quien sin brusquedades ni aspavientos la duerme en su regazo y le brinda el amor de su fertilidad. Y abrazadas las dos, agua y tierra, asidas de la mano llegan al final de su camino postrer.
Ya lo cantó el Poeta: «Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar…» No en vano el ser humano es en un gran porcentaje, el líquido elemento. Será por algo, digo yo.