De la mano de mi amigo Pepe Arias, viajé al corazón de la Ribera Sacra, A Parada de Sil.Unos paisaje incomparables inundaron de belleza nuestras retinas. Y no solo los paisajes inundaban los espacios. Las incomparables vistas que se contemplan desde los diferentes puntos desde los altos de los acantilados, se ven complementados por visitantes que en nada afean las panorámicas de la interminables laderas
Si es cierto que lo contemplado llenaba de placer los momentos compartidos, no era ese la razón de nuestro viaje, sino otro muy diferente e incluso de mayor enjundia y contenido. La razón verdadera de nuestro viaje estaba el Parada de Sil. Y allá nos fuimos el Sr. Arias y su compañero de viaje que no otro que vuestro humilde servidor.
Porque allí nos esperaba, estas dos encantadoras personas que a mi lado están en esta fotografía que me honro en presentaros encima de estas líneas. Doña Lilia y Don Antonio. Dicho y escrito así, cualquiera podría pensar que ya está todo dicho. Craso error, fieles seguidores de mis escritos.
Es Doña Lilia, mujer de fácil y educado verbo. Departir con ella, es tridimensionar los espacios de manera increible. Y, si eso es una realidad maravillosa e ilusionante, ¿Qué decir cuando con Antonio Carreño se habla del tema que abordes? No obstante, cuando Carreño se desliza como un delfín por las aguas de los Océanos, es al tocar el tema de cualquiera de nuestros más insignes Maestros de la literatura del Siglo de Oro. Y acaricia las estrellas si de Lope se le pregunta.
Nada más lejos de mí, que la fatua pretensión de valorar la capacidad literaria de Antonio Carreño. Confío que no tardando, personas versadas en el arte literario y muy competentes, le hagan justicia como humildemente, pienso que se merece. Acumula en su bagaje tal cantidad de méritos que ya se tarda en que ello se haga.