BELLA ENCRUCIJADA DEL CAMINANTE

EL PLACER DE CAMINAR

img_20180706_140904825_hdr7105245467681138171.jpgEl color del brezo y el aroma del eucalipto, embriagan mis sentidos. Comienza el Sol a subir la cuesta del amanecer. Se alargan las sombras y se despiertan las flores. Bullen en mi mente pensamientos encontrados. No se ponen de acuerdo y su terquedad me divierte. A mi izquierda el alcor rosado, se tiñe de blanco. Un poco más abajo, el susurro del agua, serpenteando entre peñascos y raices, me invita a tararear una canción. Todo es placer y belleza. Soledad, mi compañera inseparable, se siente en plenitud. Al llegar a la encrucijada donde el arroyuelo se convierte en sinuosa y sugerente sonrisa, rehuyendo el choque con las orillas para compartir unos momentos su andar con el tanquilo y sufrido camino, la vi a ella. Sentada sobre una piedra. Su negra y larga cabellera  descansaba sobre sus espaldas cual elaborada toquilla de Esmirna. El Sol, amoroso, sorteaba el sutil mantón para besarla, creando destellos deslumbrantes de luz y color.img_20180706_143040386_hdr510527531510132401.jpg El cuerpo cubierto con el tul del amanecer irradiaba aromas de lirio y jazmín. Tan etéreas sus formas como su tejido. La brisa lo acariciaba y él se dejaba querer dejando que ella lo recorriera caminando entre sus infinitas hondas.  Las piernas permitían que los pies acariciaran el agua que, al hacerlo se reía jugando a separarse para de inmediato retornar a unirse y seguir su constante caminar en pos de su destino, la mar. Me detuve a su lado. Sintió mi respirar sobre su cabello.img_20180706_1400238518729107999191716316.jpg Su aroma me hizo vibrar. Giró su cabeza y me regaló la más bella sonrisa que jamás habían disfrutado mis ojos. Le di mi mano y ella la aceptó. Incorporada quise sentirla mía. No fue necesario. Ella se me ofreció. En un abrazo de infinitas sensaciones nos fundimos los dos. Nos hicimos ilusión y realidad. La tierra se hizo luz. Los infinitos espacios se hicieron parte de nuestro todo. Poseímos lo eterno en nuestra grandiosa nimiedad. No fueron nuestras bocas las poetas de los versos que la brisa esparció por doquier. Ni su cuerpo y el mío, fundidos ambos en un solo sentir, podrían adueñarse de nuestro veleidoso deseo eterno de perdurar. Nadie ni nada tendría capacidad para…img_20180706_1401393306157430440115242967.jpg¡Sí!, Ya voy. ¿Quién es? -Soy yo, el panadero que te traigo el pan que me encargaste. -Me levanté, le dí las gracias y abrí la llave de la ducha para refugiarme bajo la caricia fresca del agua. Solo un osado pensamiento se atrevió a venir a mi mente. Y permitiendo que mi cuerpo se vistiera con el transparente tul del líquido elemento, musité muy quedo: Gracias agua por hacerme retornar a mi tranquila y sosegada realidad.

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