" No hay nada tan importante como la importancia de no haber nada importante" by José Balboa Rodríguez, escritor ourensano.
SEVERINO ROO SE HIZO BRISA Y LUZ
No caeré en el tan socorrido tópico de «era una excelente persona». Esta es la etiqueta que inevitablemente se le pone en el féretro de todas las personas que cambian de galaxia.
Severino Roo, hoy se fue. Bueno, se fue su parte física, porque su personalidad, permanecerá con nosotros mientras nosotros permanezcamos aquí. Severino nació en ese año que en los anales de la Historia de España se escribe con caracteres de infinitos colores, el 1.936. Fue un aldeano más con todo lo que ello entraña de grandeza y miseria. Porque en toda vida humana hay componentes de infinitos matices. Lo que transciende son los valores eternos. Y Severino Roo era portador de muchos de ellos. Caminante empedernido, recorría los caminos, siempre en soledad. Cuando los paseos eran recreativos, lo hacía al lado de su bellísima esposa, pero cuando quería subir a lo alto de los oteros o bajar a los valles, lo hacía en soledad. Deportista nato, fue por muchos años el impulsor entusiasta de todas las actividades deportivas que se realizaban en Beariz. Y lo fue, hasta que lo aburrieron y se dedicó a su otra pasión, la mencionada de corredor de sendas caminos y trochas que por doquier jalonan nuestros incomparables paisajes. Cuidaba sus frutales como nadie y tuvo, por culpa de ellos, unos enemigos irreconciliables: Los cuervos. Más de una vez me comentó las luchas que mantenía con los negros córvidos que le expoliaban los cerezos sin que él pudiera evitarlo. Se colgaba su escopeta para amedrentarlos, pero ni eso les asustaba. Dicharachero y ocurrente, era un placer conversar con él. La conversación tomaba tintes de epopeya cuando me narraba sus vivencias en su amado Sao Paulo a donde emigró muy joven. En la industrial y bulliciosa metrópoli Brasileira, estudió delineantía. Trabajaba y estudiaba, para convencer a personas que no creían demasiado en su capacidad de luchador trazándose metas ambiciosas que su voluntad inquebrantable le permitieron alcanzar. Maruja, su encantadora esposa, sufrió una terrible enfermedad a la que ella, con una voluntad de heroína, se enfrentó, derrotándola en innumerables batallas, siempre acompañada por su inseparable Severino. Al fin llegó el terrible desenlace. Y con él, el inicio de la etapa más dolorosa para su marido, quien al faltarle la fuerza motriz que ella le generaba comenzó su declive. Para un cuido más personalizado le internaron. Antes de ayer le preguntaba yo a su hijo Javier, por su estado. La respuesta no fue nada halagüeña. La confirmación la tuvimos hoy, día en que su humanidad se hace brisa y paisaje, luz y sombra. Su humanidad, porque su Energía, la que nunca muere, sigue su peregrinar eterno en busca de la Luz Plena, donde su parte se fundirá con su adorable Maruja. Y ambos seguirán su caminar sin pausas en infinita plenitud.