LA LIEBRE DE LAS ÁNIMAS Tiene el genial escritor gallego, Blanco Amor, una obrita de teatro sumamente divertida que se titula, si mal no recuerdo, La liebre de las Ánimas. Ahí me quedo. Ahora volveré. Hoy compartí mesa y viandas, que no mantel, porque puse mantelitos individuales que son más fáciles de limpiar, con unas personas a las que me une, amén de lazos familiares, una muy cordial amistad. Durante la comida surgió un tema cuyo diálogo voy intentar reproducir con la máxima fidelidad. Decía, le pondré un nombre al azar. Por ejemplo; Casimiro
-Está muy bueno el revuelto que hiciste, parece que tuviera huevos de mis gallinas.- La dama en cuestión que la llamaremos Manuela, añadió.
-Es verdad, tienen muy buen sabor. ¡Qué lástima de gallinas. Todo les afecta, ahora ponen muy poco. Hace tanto calor… Pasa lo mismo que cuando te íbamos traer las tres que te habíamos prometido, para que tuvieras tu propio gallinero.
-Sí- abundó Casimiro. ¡Qué pena porque eran muy buenas!. Eso sí, ya no ponían de mayores que eran. Pero habían sido muy buenas ponederas.
-¡Vaya una leche! Si eran viejas y no ponían, ¿Para qué las quería?- Argüí yo.
-Bueno, pero aún podían poner algún huevo. Eran viejas pero no tanto.
-La verdad es mayores, sí eran pero además el zorro se encargó de ellas. En el día que teníamos pensado traértelas, vino y de las tres solo dejó unas plumas como señal de que estuviera allí. Y justamente, las tres que teníamos destinadas para tí, las tres se «chimpó» el astuto zorro.
-Y menos mal que se conformó con esas tres y no se metió con las otras que había en el mismo gallinero.- Confirmó Casimiro. Porque podía haber dejado un estrado de gallinas muertas. Pero se conformó con esas tres que estaban destinadas para tí. -Vuelvo a Blanco Amor y su «La liebre de las Ánimas». El tema central de la pieza teatral se basa en que un aldeano se va de caza con su hijo. Después de mucho caminar y no ver ni una pieza que cobrar, se pararon a tomar el bocadillo. Mientras lo hacían, se lamentaban de la poca fortuna que habían tenido en toda la mañana. De pronto al padre se le ocurre una idea genial: «Mira hijo, ya verás cómo nos cambia la suerte. Vamos a ofrecer a las ánimas del purgatorio la primera liebre que consigamos». Ambos se pusieron de acuerdo y con ganas renovadas siguieron recorriendo el monte en busca de la codiciada presa. Al poco rato, de un matorral, saltan dos liebres. El padre se echa la escopeta a la cara y ¡¡¡Puun, Puun!!! Dos disparos atronaron los collados y valles. Una de la liebres cayó abatida. La otra siguió corriendo a toda velocidad.
El padre y el hijo se quedaron mirándose uno al otro y el padre rompiendo el silencio, sentenció, «Domonios, hijo, cómo corre la liebre de las Ánimas del Purgatorio»