UN FRAILE ALGO EXAGERADO

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       UNA PARTIDA CUYO DESENLACE SIGUE EN PIE

    Senén, es un hombre muy conocido en lo mundillos de bodegueros, y políticos. No desvelaremos razones por las que destacan en tan diferentes segmentos de la sociedad orensana. Me une a él una cordial y respetuosa amistad, hasta que la vida nos enfrenta en una incruenta batalla de naipes. Los dos presumimos de se el mejor. Y cada vez que nos vemos en un palenque tomamos nuestras armas y nos decidimos a desbancar al contrario. Hoy, el encuentro coincidió en el Bar de Ana, hasta hoy tenía otro nombre. En nuestra particular batalla decidimos cambiar el nombre en honor a la bella Tabernera que nos proporcionó mesa, mantel y naipe. Además  se comprometió la gentil doncella en llevar el conteo de tantos. El juego escogido fue, en el día de hoy, el Tute de Ocho.  img_20180907_1830129247763510069334691190.jpgLa bella Tabernera trae un juego de cartas nuevo. Lo abre ante la atenta mirada de los dos contendientes. Ella misma sortea el orden de inicio. Le toca empezar, a mi rival. Da las cartas con una habilidad de auténtico tahur del Misissipí. Yo le observo, no porque dude de su honradez, sino para ir estudiando los gestos de su curtido rostro y poder descubrir las reacciones cuando  vaya cobrando durante el juego. Comienza la partida. Senén gana el primer juego. Yo gano el segundo. venciendo cada uno el que le tocaba dar las cartas, llegamos al cinco iguales. De mutuo acuerdo decidimos tomar un «pisco labis». Nos sirve la Tabernera unos vinos con unas lonchitas e jamón de Porco Celta que nos alegra los sentidos. Rompiendo el más elemental protocolo, invitamos también a nuestra anfitriona que no desdeña la oferta. Terminamos el merecido descanso y nos proponemos reanudar la contienda. Yo le ofrezco la posibilidad de permutar los asientos. Senén se me queda mirando y me sorprende con una oferta que me hace pensar. -¿Qué te parece si dejamos rematar la partida en otro momento? Si accedes te cuento lo que me pasó con un Fraile de San Francisco, la víspera de mi boda. La oferta encerraba enjundia, por lo menos era novedosa. Le dije que sí. Que aceptaba su oferta, con la condición de que la partida se reanudaría en la primera ocasión que nos encontráramos. Nos pusimos de acuerdo en todo y comenzó su relato. – La víspera de nuestra boda, allá por los principios de los sesenta del siglo pasado, como era de riguroso cumplimiento, mi novia y yo teníamos que realizar el Sacramento de la Penitencia.img_20180907_1829469953843988713733432088.jpg Ella se confesó. El Fraile me invitó a que yo me acercara al Confesionario. Me preguntó los pecados que tenía. Yo le dije que ninguno. Que no tenía ningún pecado que contarle a él. Además, si los tuviera, no se lo iba  decir. Tuvimos una dura y muy larga discusión. Ninguno ganó la batalla. Pero el Fraile se agarró tal cabreo que me dijo que no me creía. Que me podía marchar pero de penitencia tenía que rezar 80 Padrenuestros. Aquella noche me harté de rezar hasta que me quedé dormido. -Pero ¿Rezaste los 80 que te mandó el Fraile?  -Le pregunté. -Yo no sé  hasta cuántos recé, pero muchos. Tantos que tardé bastantes años sin rezar otro.img_20180907_1829469953843988713733432088.jpg

Duro regalo el que le hizo el Fraile a mi amigo. Pero tan poco constructivo que Senén tardó muchos, pero que muchos años en acercarse a un confesionario, según propia confesión. Bueno eso es lo que él dice. Yo, mal pensado por naturaleza, creo que no lo hizo nunca más.

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