CAMINAR POR LAS SOMBRAS Y SEGUIR AMANDO

img_20181005_1939342603864673046164276719.jpgNo te imaginas, adorable hermana, el dolor que lacera mi corazón al verte  así, anclada sobre esta silla, sin otra posibilidad que mirarlo todo sin ver nada. En estos instantes que me recreo en la luminosa tersura de tu rostro, vienen a mi recuerdo tanto y tantos momentos vividos que no puedo evitar que mis ojos se empañen.

Ya se habían marchado todos los de la casa, cada uno a cumplir con el deber que se le había encomendado. Solo quedábamos tú yo. Tomamos la taza de papas que mamá nos había preparado antes de marcharse. Yo me salí a la calle, que era la carretera general, por donde pasaban vacas, gentes, carros y coches. ¡Coches! ¡Qué divertido cuando veíamos pasar alguno! A Don Alfredo, el médico, con su «aiga» negro y poco más. Ya no veíamos otro hasta que llegara a la tarde y viniera el autobús que traía el correo. ¿Te acuerdas, amor? Siempre te preguntaba cómo el «Balilla» de Don Alfredo, que a nosotros nos parecía un auténtico «aiga», podía andar sin que él moviera la rueda que llevaba en las manos. Pensaba que aquella rueda, el conductor tenía que moverla para hacer andar el coche. Tú te reías. Yo me enfadaba y pataleaba porque no me aclarabas mis dudas. Una vez, cuando terminabas de enfadarme, me mandaste que fuera al corral a buscar leña para la lumbre. Yo que estaba enfurruñado te dije que no. Tú insististe. Yo seguí negándome. Ni corta ni perezosa, agarraste una piedra de las que había en la carretera y me la tiraste. Con tan buena puntería que me rompiste la ceja. Ahora me río, pero el momento que pasamos los dos, no es para recordar. Yo sangrando como un cerdito. Tú llorando a lágrima viva. Con tu vestido querías taparme la herida. ¡Qué momentos más apurados pasamos, Remediños! Cómo podríamos recordarlo ahora los dos y reirnos. Pero, nada de eso es posible. Tus ojos siguen caminando por las sombras oscuras de lo intangible. Se me desgarra el alma al sentir mi soledad, a pesar de estar a tu lado. Te miro y te admiro. Te beso y siento el placer de acariciar tu piel. Pero me falta tu respuesta, tu cálida sonrisa y tu incomparable caricia. Siento tu ausencia Tú que has sido y, en el recuerdo, sigues siendo mi referente. Tú que me enseñaste tantas y tantas cosas bellas que aún hoy iluminan mi caminar. Tú, hermana del alma, que alimentabas mi imaginación con tantos relatos improvisados de los que me hacías protagonista para conseguir lo que deseabas de mí, ahora caminas por sendas insondables provocando por qués sin respuesta. Yo a tu lado viviendo nuestros momentos sin poder compartirlos. Siento desgarrarse mi alma porque sigo queriéndote y, cada día más. Si, adorable hermana y sin que puedas expresarlo sé que tú también me sigues queriendo. En tu mundo oscuro y silencioso sigue generándose amor a raudales y sin que tu rostro lo manifieste, lo recibimos. Gracias, amor por haber sido y seguir siendo como eres.

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