De su mano comencé a caminar por las calles de Pontevedra, allá por los lejanos años cuarenta. ¡Cuanto cariño me regaló en los momentos que más lo necesitaba! Siempre una caricia y un beso, impagable regalo para quien había dejado vacas, escuela, hermanos y madre. Ella se convirtió en todo eso, llenando los vacíos infinitos de una niñez bisoña y sin embargo ilusionante. Claudina supo ser, siendo esposa de mi hermano, madre, hermana, amiga y compañera de juegos. Todos los recovecos de la niñez los llenaba ella con el amor que me regalaba. A sus noventa y un años recién cumplidos, viuda desde los veintiuno, recién cumplidos, sigue sonriendo y amándonos, con su amor. El amor en ella ha tenido presencia en todos los momentos de su existencia. Y donde se refleja en toda su intensidades su encantadora hija Susiña. Las dos constituyen un duo perfecto, incluso cuando muestran sus diferencias en las cosas más elementales, las de cierta relevancia Claudina ya ni interviene. Son dos amores y yo las amo hasta la saciedad
Cuando quiero cargar mis alforjas de amor, me acerco a su casa y cuando salgo las llevo repletas. Gracias mis amores. Y tú hermana Claudina a seguir cumpliendo años.