En el Credo Cristiano el Jueves Santo es el día del Amor. Siendo yo una persona afortunada que cada día recibo un regalo de la vida, el mejor es ella misma que se me da en cada amanecer, siempre añade algún más que llena mis más, si cabe, mis aspiraciones. Hoy, la vida me hizo un regalo muy especial: la llegada a nuestro querido Beariz de ocho encantadoras personas, oriundas de las, hasta hoy borrascosas, Islas Azores. Digo hasta hoy, porque estas ocho personas son portadoras de una gran humanidad envuelta en una cordialidad admirable que regalan a raudales envuelta en un sonreir contagioso que anima a quererlos un poco más. Vienen ellos haciendo el Camino de Santiago desde la hermana ciudad portuguesa de Braga, A pesar de su esfuerzo, están haciendo una media de treinta kilómetros diarios, por una ruta muy exigente, en el decir de ellos y de otros que llegaron anteriormente, a pesar de ello, digo, no dejan de contar sus experiencias con una alegría contagiosa y admirable.
El personal del Bar Centro de Beariz, con la dinámica y siempre eléctrica Ana a la cabeza, les sirvieron un ágape, merecidamente ganado después de alcanzar nuestro pueblo, superando para ello, las exigentes pendientes que hay entre Pazos do Arenteiro y Beariz. Hace falta mucha fuerza física y espiritual, para enfrentarse al Camino cuando éste se empina y hay que coronarlo sí o sí, digo física y espiritual, porque sin esta última no tendría sentido hacer el Camino. No cabe duda que la riqueza paisajística que lo conforma. Las gentes que por las aldeas te hacen sabedor de sus vivencias. La viario pinta y singular arquitectura de los pueblos por los que atraviesas, tienen encantos para hacerlos meritorios de ser conocidos , pero al fin es el espíritu el que imprime carácter al esfuerzo que la ruta de demanda, cuando el cuerpo se rinde.
Nos trajeron nuestros entrañables visitantes lo mejor de sus bellas islas: su humanidad encantadora, su contagioso sonreir y su valentía al afrontar el esfuerzo con la entereza con que ellos lo hacen. Fueron muy ilustradores los breves momentos compartidos y les hicimos un ruego que confío cumplan: que vuelvan.
Como todo en la vida, llegó el momento de la despedida, pero en lugar de ella nos dijimos un Hasta luego y BUEN CAMINO, queridos caminantes