EL CAMINANTE, su hija Beatriz y sus nietas Irene y Beatriz, hacen Camino convirtiéndose en paisaje.
Amanece y los nervios hacen acto de presencia en Os Cotiños. Siempre he mantenido la idea de que madrugar es un acto anti natura. Lo pensaba cuando era niño y ahora que peino una cabellera, cada vez con menos número de habitantes, de sesenta y cuatro más dieciocho años, sigo pensando lo mismo. Pero hoy es un despertar tempranero diferente.Vamos hacer O CAMIÑO DE SANTIAGO DA GEIRA DOS ARRIEIROS. Desperté a mis Princesitas cantándole las mañanitas con el objeto de que, con el fin de no soportarme, se dieran más prisa en desperezarse. Hizo los efectos deseados. Desayuno abundante y viaje hasta Ribadavia, punto de partida. Amabilidad sin límites en los dueños de la Pensión Restaurante Evencio. Primer sello del día de hoy en el Camino.El señor de la casa con la jefa de la expedición, sellando las primeras credenciales.
El primer sello en la credencial de Beatriz, la mayor de mis bellas Princesitas.
Dijo el señor del restaurante que la Princesita más joven no podía quedarse sin sello.
Y dijo el señor «¿Cómo voy dejar de sellar la credencial del patriarca de tanta belleza?
Con una estampa para el recuerdo con los amables dueños del restaurante, nos vamos.
Y con ese bagaje, los Peregrinos se ponen en marcha echando una mirada hacia atrás. Por delante un buen trecho de Camino por hacer. Sin miedo, pero conscientes de lo que nos espera ponemos pies en polvorosa, no por la velocidad sino por la sequía que reina climática que impera, solo nos ocupa una idea: llegar a Pazos do Arenteiro, del que nos separan unos veinte kilómetros, más o menos, dependiendo un poco del trayecto. Pasamos, Beade sin pena ni gloria, más pena que gloria porque ni una triste señal en todo el costero pueblo indicando el Camino de Santiago. Sr. Senén, ilustre alcalde y personal amigo, tómese la molestia de, en algún momento, dar instrucciones para que los Peregrinos que pasan por su localidad no pierdan el tiempo buscando la ruta correcta. Pasamos por Caldelas, pueblo primorosamente cuidado, y muy florido, donde únicamente encontramos como señal de vida el ladrido de varios perros. Ni una persona se cruzó en nuestro caminar. abandonamos Caldelas y nos dirigimos a Berán. Pueblo por cierto muy limpio y cuidado. Dosita nos recibió con una luminosa sonrisa que habló por sí misma de la proverbial amabilidad con que acoge a los peregrinos que llegan a su posada que ostenta el nombre de su fundadora doña Lucita madre suya que es. Nos sella las credenciales y reanudamos nuestro camino. Cuando ya lo abandonábamos nos encontramos con un pequeño vehículo conducido por un señor, quien al vernos caminando por el arcén, en un gesto de admirable civismo, redujo la velocidad hasta casi pararse. Le dí las gracias y él me abordó, invitándonos, si nos apetecía, a visitar la iglesia parroquial. No hacía falta ser un investigador para descubrir que estábamos hablando con un sacerdote, el párroco de cinco parroquias, entre ellas la de Berán. Aceptamos su amable invitación y le acompañamos hasta el mencionado templo. Construcción del siglo XVlll todo él de granito orensano. El conocimiento que tiene don Emilio, el párroco de todo lo concerniente a la iglesia que estamos visitando y de las otras cuatro, de las cuales también es responsable, es una delicia. Usa un verbo fácil y sapiente que capta por completo nuestra atención llena de interés por su manera de describir todo lo que se refiere a lo arquitectónico de la construcción como a la iconoclasta que en su interior alberga el templo. Nos impactó, por lo novedoso a quienes tiene como patronos, ya que uno es San Veretísimo y la otra es Santa Margarita de Turquía.El retablo una joya admirable del barroco, preside el frontal con un colorido pleno de belleza y arte.
Nos despedimos de don Emilio, agradeciéndole sus magnas lecciones sobre el arte arquitectónico de sus iglesias y deseándole que los cincuenta años que lleva al servicio de sus feligreses sigan aumentándose. Ah y que tenga tan bien cuidado el pequeño pero bellísimo jardín que tiene en uno de los laterales del templo.
Con nuestras mochilas cargadas de sabor de la sabiduría que nos regaló don Emilio continuamos nuestro caminar hacia Pazos do Arenteiro. Las piernas, por momentos pedían un poco de consideración pero el Camino no estaba hecho, había que hacerlo. El aroma de los viñedos y la visión del sumamente bien cuidado de los terrenos que
ocupan, hablan por sí solos del mimo con el que los tratan sus cuidadores. Ahí empieza la calidad de los magníficos caldos que hoy se elaboran en nuestro querido y admirado Ribeiro. El Camino se empina, es mejor mirar solo para el siguiente metro, no más allá.
Al fin coronamos todo lo que exigía un esfuerzo extra y, entre los ramajes del espeso
bosque divisamos las primeras casas del Pazos. ¡¡¡¡Qué alegría!!!! Hace mucho tiempo que visito tan paradigmática localidad, centro neurálgico de nobles caballeros del medievo, pero nunca tanta alegría sentí al avistarlo como sentí en el día de hoy.Aquí sellamos por última vez justificación de nuestro paso y pidiendo perdón por lo pesado, pero satisfecho del deber cumplido, me despido hasta mañana que os narraré más de la siguiente etapa. Antes tengo la obligación de enseñaros que todo esfuerzo tiene su compensación. Al llegar, algo cansados, no tanto que nos impidiera dar buena cuenta de:
Eso sí, y termino. En ningún momento la sonrisa desapareció de nuestro rostro.