Ya nos faltan solo cuatro etapas para llegar a los pies del Hijo del Trueno para rendirle pleitesía de respeto y amor eternos. Decir que mi orgullo de padre y de abuelo alcanza cotas impensables, no es sino reconocer una la bella realidad. Beatriz, mi hija, aglutina en su actitud, la generosidad, la alegría, la grandeza de persona, la maternidad más amorosa con sus sobrinas y el amor más respetuoso y exquisito con su padre. Nunca de su bello rostro se borra la sonrisa y que nos contagia a los demás. En un momento de flaqueza, que siempre los hay, aparece ella con una frase y una oferta. El solo hecho de verla, huelga todo lo demás, basta el impulso que su amor insufla en todo lo que la rodea.
Hoy, alguien, sin que en ello hubiera nada de mal sana intención, si siquiera un poco de humor, insinuó que el recorrido que teníamos para realizar hoy, era un lindo paseo, sin más. En efecto, fue un lindo recorrido, pero la palabra paseo, tenía poco espacio para situarse en su lindeza. Entre Soutelo de Montes y Codeseda, hay mucho que ver, mucho y muy bello, pero no se pueden obviar las cuestas arriba y las cuestas abajo, que de todo hay en el sinuoso recorrido en la travesía de la Sierra del Candán. Encantadoras señoras con nombres originales y muy poco conocidos. He aquí uno que jamás había escuchado. La señora Lifesia.
Trochas con mucha hierba. Caminos con abundante agua que hay que salvar como Dios te da a entender.
Pastosos barrizales que se adhieren a nuestro calzado y ponen un plus en el caminar. Varias de las pronunciadas pendientes, el pavimento es de gravilla suelta que, tampoco hacen nada fácil el caminar sobre él. Sí, ya lo sé, no debo esperar la alfombra verde que yo mismo puse en un buen tramo del Camino, a su paso por la zona de Beariz. Verde que ya se va convirtiendo en discreto color beige que muy pronto será marrón. Sin embargo, a esas dificultades propias del discurrir del trazado, hay que reconocerle una variedad paisajística admirable. Bosques frondosos. Matorrales de la más compleja variedad.Tiempo para el recreo en lo bello y diminuto escondido. Ahí está.
Tampoco faltan las amorosas madres como la señora Mariluz y su bellísima nieta Diana deseándonos el BUEN CAMINO, como nos sucedió en una aldea del duro trayecto. Arbustos floridos de una belleza incomparable. Ríos y arroyos que traen a la mente a nuestra admirada y bien querida Rosalía de Castro. Hasta pequeñas cascadas en ancestrales azudes que hacen la delicia de quienes tenemos la fortuna de contemplar. Y
, a todo ello, añadir el infinito placer de realizar tan gratificante Camino, en compañía de mi hija y de mis bellas y encantadoras nietas Irene y Beatriz. Si una sola alma ya es suficiente para llenar toda una vida, figuraos lo que significa para mí hacerlo con tres tan especiales y con la mía, que, a pesar de no ser demasiado buena, también la quiero.
Vacas tan tranquilas como curiosas se paran a contemplar al peregrino que pasa. Y una mención especial para nuestro cochero escoba que en todo momento se halla presto para acudir si fuera necesario ante cualquier emergencia. Genial, servicial y amoroso.