
Lo divino y lo humano se hacen Camarena. Escuchar al pequeño gran hombre remontándose a lo más alto del Olimpo, es sentir el placer de ser persona y verte dignificada volando con él. Los Reyes Magos entregaron a mis hijos una carta encerrada en un sobre en blanco. Con muy buen criterio pensaron que, algo que llegaba a nuestros pagos sin un nombre determinado, solo podría ser para alguien que como tal, no significado, tendría que ser yo. De esa forma llegó a mis manos la misiva sin destino. Claro que ellos sabían muy bien que el Destino, con mayúsculas, a mí me cuida de una manera muy especial. Tan cierto es, que dentro del sobre había una entrada para asistir en el Conservatorio a un concierto del grandioso, inconmensurable tenor mexicano Javier Camarena. Es tanta la magia que transmite que ya en el vestíbulo sientes el ansia de escucharle. Y no defrauda. Ni él ni su compañero inseparable que se sienta e la banqueta frente al piano. ¡Cielos! Contemplar aquel proyecto de hombre, físicamente, pues no debe pesar cuarenta kilogramos, acariciar las teclas del piano y ajustarse con tanta perfección a las exigencias de las notas para conseguir tanta armonía con el tenor, es necesario ser un divo como él lo es. Gracias Reyes Magos por ser portadores de tan Buenas Nuevas y serviros de mis hijos para hacerlas realidad. Ah, no me importa que el próximo año repitáis algo similar, al contrario, os estaré muy agradecido. GRACIAS.
