La tía Basilia era una vecina de Beariz. Vivía en una casita de construcción tipo de finales del siglo XVlll, con techo de pizarra y estaba situada en el lugar que actualmente ocupa la casa del padre del alcalde Manolo Prado. Su esposo, el señor Barros, era todo un caballero y a decir verdad, la tía Basilia era también toda una dama. Lo que sucede es que al no tener hijos, ignoraba el amor que se les profesa a los niños. Por mucho que se les quiera a los sobrinos y a los hijos de los amigos, el amor por uno nacido en la propia casa, no tiene parangón con nada.
Esto viene a cuento de que la tía Basilia derivaba su amor, por la falta de críos, a sus propiedades y entre ellas a un prado que tenía en la orilla del río Avia, justo al lado de dónde hay un azud que consigue subir el nivel del agua para dirigirla al molino denominado desde siempre «Das Rapazas» Justo en el tramo que limitaba el prado de la tía Basilia con el río, al hacerse aquella represa de una profundidad media aproximada de dos metros, era el lugar que escogíamos los muchachos del pueblo para bañarnos. La cosa no tendría mayor importancia si allá por el mes de junio cuando la hierba estaba ya bastante crecida, los bañistas no la aplastáramos corriendo por la orilla y acostándonos en ella. Eso conseguía que a la buena señora se la llevaran los demonios. Para que no holláramos el pasto para el ganado, a la tía Basilia no se le ocurrió mejor solución que, poner atención: ir al monte, cortar las puntas del tojo más bravo, con agujas que son auténticas leznas, donde se concentra la mayor parte de la semilla, ponerlas a secar, vender luego los granos en la feria y las secas y punzantes púas, las extendía por la orilla de su prado para que nuestros juveniles y desnudos cuerpos se lacerasen y no nos bañáramos en aquel tramo del río. Para su desgracia, nunca consiguió su propósito. Con púas y sin púas los muchachos de Beariz seguíamos utilizando el tramo de río que lamía los bordes del prado de la tía Basilia. También es cierto que cuando se murió, nos dio mucha pena, pero quedamos mucho más tranquilos.