
Dicen los que de ello saben, que los amigos de verdad, nunca se van. Es posible que, físicamente desaparezcan de lo que alcanzan a ver nuestros ojos, incluso parezca que ya no nos acompañan en nuestro cotidiano caminar. Nada más lejos de la realidad. Nuestra vista puede dejar de verlos, pero de nuestras vidas, jamás se apartan. Florencio Gulías Barros, tú eres la representación genuina de lo que expreso en mi reflexión.

En esta imagen que guardo en mi recuerdo con el cariño que tú imprimiste al momento compartido, allá en nuestro querido y admirado Centro Gallego de la Capital de México, que tú tan digna y admirablemente presidías a la sazón, me honrabas con la insignia de la Entidad. En aquel momento sonreía infinitamente orgulloso de lo que aquello significaba para mí. Hoy los ojos se me llenan de lágrimas que brotan de lo más profundo de mi corazón.
No puedo seguir, querido y admirado amigo. La razón se me nubla y la mente se sumerge en las profundidades insondables del sufrimiento. Solo mi alma se revela, sabiendo que llegará el momento del feliz reencuentro. Te ruego seas mi valedor ante el Sumo Poeta para juntos eternamente caminar.