Debía ser por San Juan, aunque no recuerdo bien la razón por la que Alfredo y Benito decidieron ir a Magros. Nuestro primo Alfredo, el hijo del tío Francisco, O Garrano, vino a casa en busca de mi hermano Benito. Vivíamos muy cerca los unos de los otros. Ignoro lo que hablaron, solo sé, porque es lo que recuerdo, que nuestro primo me dijo: «Vamos Ñoriño, sube aquí a cachapiernas», y me hizo montar a horcajadas sobre el cuadro de su bicicleta. Mi hermano hizo lo propio subiendo a la suya y los tres comenzamos a bajar por la Forja en dirección a Magros, por la estrecha y árida carretera cuyo pavimento era piedra machacada y sábrago (arena producto del granito meteorizado y otros minerales). Con ese piso, y utilizado continuamente por carros de vacas y bueyes con ruedas metálicas, no es difícil adivinar los botes que pegaban las bicis. Recuérdese que yo iba a horcajadas sobre la barra horizontal del cuadro del caballo de hierro de mi querido primo, sin otra protección que un pantaloncillo corto que, como siempre, me había confeccionado mi adorable hermana Luzdivina (así gustaba que la llamáramos) de uno viejo de mis hermanos. No recuerdo los años que tenía ni si el pantalón que vestía seguía siendo de los que su abertura iba desde el coxis a la pelvis. Por supuesto sin calzoncillos, por lo que el apoyo de mi cuerpo sobre la barra, no es nada difícil suponer cuál era. Al doblar la curva donde estaba, a la sazón, nuestra escuela, escuché el primer piropo de una persona ajena a la casa. Mi hermano nos adelantó en ese mismo punto y yo le grité a mi primo, con la voz autoritaria y temblorosa, no por el miedo, sino por los botes que daba sobre la barra: «Alfredo, adelántale». La respuesta fue inmediata. Alfredo recuerdo que se puso de pie para imprimir mayor fuerza a los pedales al tiempo que me decía: «Así me gusta Ñoriño, eres un valiente». Andará por cerca de ochenta años que sucedió, a mí me parece que hace solo un momento que el hijo de mi tío Francisco, O Garrano, me lo dijo. Y me sirvió de mucho en el devenir de mi vida. Gracias Primo.