EL CAMINANTE: ASÍ LO MAMÉ DE MI MADRE.

Es de bien nacido ser agradecido. Me lo enseñó mi madre e intento por todos los medios cumplir esa sencilla máxima. No siempre consigo en la medida que fuera menester, sin embargo, os seguro que lo intento. Hoy, desde mi Blog tengo la necesidad de deciros: GRACIAS. Han sido muchos cientos de mensajes los recibidos, preocupándose por mi salud. Sé que no puedo contestar a todos, por razones obvias, pero sí puedo desde estas líneas, reiteraros mi más profundo agradecimiento. Sigo con las muletas, no tengo dolores y la inflamación va remitiendo de forma gradual. El 16 próximo tengo que volver al Traumatólogo, a recibir instrucciones y comprobar, por los que saben de esto, cómo está mi gemelo derecho. Lo más doloroso es no poder caminar mis diez kilómetros diarios, lo que lleva consigo el aumento de peso con el consiguiente esfuerzo para el corazón, a pesar de que ya comienzo a cantar como los grillos, con la cantidad de lechuga que como. Solo me falta el agujerito para ser uno más de ellos. Menos mal que tengo a mi Lorena que me cuida. Dios siempre provee a quien confía en Él. GRACIAS.

EL CAMINANTE: UN ALTO EN EL CAMINO

Sí, EL CAMINANTE se ve obligado a realizar un un alto en su caminar. De la manera más tonta, como suelen ser la mayoría de los accidentes, ayer mañana tropecé con un obstáculo que no levantaba del suelo más allá de dos centímetros. El giro del cuerpo fue muy brusco y durante el mismo escuché un chasquido en mi pierna derecha, similar al producido por el látigo de Hárrison Ford, en la «Búsqueda del Arca Perdida». Consciente que algo grave había sucedido me tiré al suelo. Esperé unos segundos y cuando intenté incorporarme un dolor muy agudo me impedía mover la pierna derecha. Sacando fuerzas de flaqueza logré ponerme de pie y llamé al centro de salud. Me dijeron que si podía hacerlo que me acercara. Con toda clase de precauciones me subí a mi coche y a sí lo hice. Después, los protocolos de costumbre. Al Hospital Público Orense. Silla de ruedas, sala de espera abarrotada de pacientes, y nunca mejor empleada la palabra: Pacientes a la espera de una llamada. Pasa una hora y aún no habían llamado a ninguno. Le dije a mi particular Ángel de la Guarda que me llevara al Carmen (soy abonado de Asisa). A la llegada dos enfermeras muy amables nos atendieron. A los diez minutos un Traumatólogo me invitó a pasar a su consulta. Revisión, diagnóstico: Rotura de fibras en el gemelo derecho, y protocolo a seguir. Afortunadamente para mí, no estuvieron acertados los galenos en su primera revisión y no me sucedió lo mismo que al jefe de Patroclo, mi talón al contrario que el de Aquiles. seguía inmune. Y aquí estoy, de momento no me confinó el maldito Coronavirus, aún no lo descarto, y sí lo hizo una caída tonta en un lugar donde, en apariencia, no había ningún motivo para que sucediera. No puedo decir aquello de «gages del oficio» y sí, «los años no perdonan».