Ante la imposibilidad de expresaros, uno a uno, mi más sincero agradecimiento por el honor que me hacéis, leyendo todo lo que escribo, os pido mil perdones, a la vez que os digo: GRACIAS. Solamente los que tenéis mi edad o andáis cerca de ella, podréis alcanzar el valor de mis palabras de reconocimiento a todos vosotros por lo que me regaláis. Llegar a los ochenta y cuatro años y escuchar a través de vuestros escritos e incluso silencios, los momentos de vuestras vidas que me dedicáis, miles de años tendría yo que vivir para agradecéroslo.
A los que profesáis el Credo Cristiano, os deseo FELIZ NAVIDAD y que el Niño Dios nazca cada día en vuestros corazones. A los que profesáis otros credos, mis respetos y que en estos días festivos aprovechéis para aumentar vuestra cuota de sonrisas. Ningún ser humano tiene capacidad de sonreír si su estado físico, anímico y de toda índole no es el que deseara tener. Sonreír es decirse uno a sí mismo y a los demás que su momento vivencial es óptimo.