EL CAMINANTE: EL LADO BUENO DE LO MALO.

Alguien lo dijo: Ni el bien absoluto existe, ni el mal absoluto existe. Desde la pequeñez de mi conocimiento, admito ambas. El momento social que estamos viviendo, con todas sus ramificaciones, es peor que malo. En mi manera de entender la vida, busco entre los recovecos de la existencia, la posibilidad de que algo bueno pueda haber y sacarlo a la luz.

Estas Navidades no puedo compartirlas con mis hijos y nietos y la vida me ha hecho un regalo de valores incalculables: El amor de una mujer que llena mi casa de luz. Ella y su hijo van llenar a plenitud la ausencia de mi prole. Y no solo, por si el amor que pone en todo nuestro vivir fuera poco, con su bien hacer convierte nuestro refugio en un rincón de símbolos que consiguen que mi corazón rebose de alegría.

Desde hace quince años esta humilde casita de aldea no había gozado pequeñas cosas que engrandecen el momento que rememoran: El nacimiento del Niño Jesús. Flores, corderos, Reyes Magos, nueces, miel y pequeñas cosas que hacen reverdecer unos sentimientos y cubren de un velo de opacidad, otros.

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