EL CAMINANTE: LA VIDA EN LA ALDEA.

Por razones estúpidas, producto de la ignorancia intelectual que padece nuestra querida España, escritores de la genialidad indiscutible de Don José María de Pemán, entre otros muchos, se les tiene secuestrados en el más ignominioso de los silencios. En mi libro UNO DE TANTOS, en la última página, tomo una estrofa de su delicioso poema titulado: ELOGIO A LA VIDA SENCILLA. «Ni voy de la gloria en pos/ Ni torpe ambición me afana/ Y al nacer cada mañana/ Tan solo le pido a Dios/ Casa para albergar/ Pan tierno para comer/ Un Cristo para rezar/ Y un libro para leer/. Porque el que se afana y se agita/ Nada encuentra que le llene/ Y el que menos necesita,/ Tiene más que el que más tiene». En saliendo hoy de mi casa, con mi esposa, a recorrer los kilómetros que cada día nos comprometimos andar, hemos ido disfrutando de lo que la naturaleza regala a las gentes sencillas que le dedican unos momentos de su vida a contemplar. Además del agradecimiento natural que emana de los recovecos más íntimos del humano corazón, es indescriptible el gozo que uno siente contemplando todo lo que a continuación os muestro. Es una mínima expresión de lo que el campo de mi querido Beariz ofrece.

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