EL CAMINANTE: MARÍA DA EIRA CUMPLE CIEN AÑOS.

Hace muchos años que vengo gozando de las historias de la señora María Fortes. Si lo dejara así, pocas personas sabrían quién es la persona a la que hoy felicito de todo corazón por su onomástica. Si digo, como reza el título de mi escrito, María da Eira, no hay vecino del ayuntamiento de Beariz que no sepa quién es la dama a la que me refiero. En efecto, queridos amigos María da Eira ha cumplido 100 años. He conocido pocas personas que cumplidos los noventa y muchos años, tuviera la memoria tan fresca como la que mi encantadora vecina atesoraba. Sentarme con ella para escuchar historias del primer tercio del siglo pasado, era un placer que jamás dejo de disfrutar recordándolas. Sus vivencias por las estivadas del monte Da Chancela. Sus carretadas de mies o de tojo por esos tortuosos y pétreos caminos de Muradás. El amor a raudales que la desbordaba cuidando a su anciano padre rezando con él el Santo Rosario en la intimidad del lar. María tenía cofres repletos de recuerdos de los acontecimientos más dispares que uno se pudiera imaginar. Y lo mejor es que los transmitía con una sencillez y simpatía que cautivaba. Me viene a la memoria un recuerdo de un martes de carnaval en el que un mozo se le acercó con intenciones, seguramente muy honestas, pero que a ella no le pareció igual. Al ver que se ponía un poco pesado le dio tal garrotazo que casi lo hace caer. Con el golpe el disfraz del buen mozo se descompuso un poco, lo suficiente para reconocer en él a un primo hermano suyo y, por coincidencia mío también: Pepito del señor Francisco Rodriguez (o Garrano) hermano de mi madre, y de la señora María Fortes, tía de María. Tendría para contar y no acabar. Llamo la atención a mis lectores, mejor a las lectoras, que observen la tez inmaculada del rostro de María. Aún le dura el maquillaje que sus padres le

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regalaron hace justamente un siglo. Celebró su cumple al lado de sus tres hermanas, Amelia, Josefa y Carmen. Para imprimir un poco de bella juventud, el aniversario lo compartió con ellas Rosa Mari, la hija de Carmen quien amablemente me proporcionó estas fotografías, como testimonio de una dama, historia viva del pueblo de Muradás: María da Eira.

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